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Dos caminos para evitar lo inevitable
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Dos caminos para evitar lo inevitable

martes 24 de octubre de 2017, 08:11h
Si imitamos la sorna gallega de Mariano Rajoy y nos preguntan por lo que pasará dentro de cuatro días tendremos que decirles a los curiosos que el Senado aprobará la entrada en vigor del artículo 155 y que una vez publicado en el BOE el Gobierno central tomará por completo las riendas de Cataluña. O no.

En este tiempo de de sueño en el que vivimos ninguna de las partes ha retrocedido ni un palmo en sus posiciones pero tampoco ha avanzado, lo cual puede ser mucho o nada depende de lo que quieran y hagan los dos presidentes al margen de las presiones que reciben, y que son muchas pues mucho es lo que está en juego.

Intervenir la Generalitat es muy difícil y muy complicado, por no decir que es casi imposible salvo que se haga por la fuerza y durante bastante tiempo, mucho más de los seis meses previstos antes de convocar elecciones.

Si los funcionarios se oponen, todos o en parte; si los Mossos no obedecen, todos o en parte; si los parlamentarios se oponen, todos o en parte; si los alcaldes se oponen, todos o en parte, gobernar desde Madrid será una misión imposible. Lo saben Rajoy y sus ministros. Lo saben Puigdemont y sus consejeros. Lo saben todos los dirigentes políticos. Al igual que saben que convocar unas elecciones desde el gobierno central - al margen de su dudosa legalidad - tiene dos graves inconvenientes: si participan las fuerzas independentistas y ganan, volveríamos al punto de partida pero más debilitadas las razones en las que creemos la inmensa mayoría de los españoles para mantener la unidad territorial de esta España; y si no participan y las boicotean y logran que la abstención supere el 60 por ciento tendrá la mejor de las excuses para declarar la independencia.

Uno de los caminos, de los pocos que quedan, puede ser éste: el jueves por la mañana, en el Senado, Puigdemont vuelve a afirmar que la declaración de independencia no existe pues debía hacerse votado en el Parlament y no se hizo. Además, ofrece a Rajoy la convocatoria de elecciones en Cataluña para la Primavera si desde el Gobierno se retira el 155 y se deja la autonomía tal y como está en estos momentos. Dicho lo cual regresa a Barcelona, interviene en la Cámara autonómica y convence a una mayoría - puede que incluso a la CUP - que lo mejor para su tierra es ir a las urnas y evitar la confrontación y la más que posible violencia que se generaría de aplicarse el 155.

Con estas dos premisas, el Senado decide aplazar su decisión por la habilidad de Piuo García Escudero, su presidente, para darle tiempo a Rajoy y éste, en el Consejo de Ministros del viernes decide que lo mejor para España y para Cataluña y para la concordia de todos los españoles es aceptar la vía que ofrece el presidente catalán y retirar de la tramitación en la Cámara Alta el archiconocido artículo. La prosa con la que se vista la alternativa da lo mismo, lo importante es el resultado final.

El otro camino, el único que quedaría de aprobarse el 155 en el Senado, de publicara en el BOE, de coger el Gobierno el control de la Generalitat y de mantenerse Puigdemont y los que le apoyan en el desafio, sería la intervención de todas las administraciones catalanas, a todos los niveles y la "limpieza" del personal que no acatara la nueva situación con todo el poder coercitivo del Estado, que es mucho. Y para lograr el éxito - que sería dudoso y requeriría mucho tiempo, más de seis meses - no bastaría con la policia y la guardia Civil, tendría que emplearse a las Fuerzas Armadas.

Dicen en los mentideros de la Villa y Corte que se está negociando en secreto para que podamos recorrer juntos el primero de los caminos y que en esa tarea estaría el incombustible democristiano Javier Arenas y una parte de la Iglesia con hilo directo con el Vaticano. También es verdad que existen otras versiones, las que mantienen que no habrá más remedio que ir a unas elecciones generales y que en esa tesitura una parte del PP, la que mira hacia la figiura de Aznar, cambiaría sus votos y pasaría a apoyar a Albert Rivera de cara a un futuro gobierno de unidad con el PSOE de Pedro Sánchez.

Hay más historias, algunas más difíciles de creer y aceptar, como la que habla de la renuncia que hizo Adolfo Suárez y que sirvió tras el 23 de Febrero protagonizado por el teniente coronel Tejero, pacificar y unir este país durante casi cuarenta años. Se trataría de "imitar" aquel camino que logró evitar males mayores. Lo que ocurre es que muy pocos, por no decir casi nadie, ve a Mariano Rajoy diciendo aquello del sacrificio por la democracia y la vuelta atrás. El PP no es la UCD, ni Sánchez es González, ni Podemos aquel PCE de Carrillo, ni Felipe es Juan Carlos, ni estos generales aquellos generales.

Todo es tan diferente que a lo mejor sirve de referencia.