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Entre Tejero y Armada(2)

Heras, venga a verme que le invito a una coca cola
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Heras, venga a verme que le invito a una coca cola

martes 23 de febrero de 2016, 21:48h

Alfonso Armada fracasa en su intento de convencer al teniente coronel que ha secuestrado al Congreso y al gobierno. Antonio Tejero no está dispuesto a que se forme un gobierno de " unidad nacional" en el que se junten bajo la presidencia del general miembros del Opus con comunistas y masones. De eso nos enteraríamos más tarde, mucho más tarde.

La larga noche de piedra de ese 23F, en los salones del hotel Palace, en las escaleras del hotel Palace, en las puertas del hotel Palace lo que preocupa es que una unidad de la División Acorazada Brunete, al mando del comandante Pardo Zancada ha establecido su propio cordón de seguridad en torno al edificio del Congreso. Las caras de los generales Aramburu, Sáenz de Santamaría y Armada lo dicen todo.

Llegan noticias de los tanques que desfilan por las calles de Valencia. Milans ha cumplido con su compromiso y espera la reacción del resto de capitanías generales. Lo mismo ocurre en el palacio de La Zarzuela donde los teléfonos no paran de sonar. Sabino le dice al general Armada que se ponga a las órdenes de Gabeiras pero que no aparezca por palacio. Se están cortando las amarras y en televisión española Jesús Picatoste está montando el mensaje del Rey, del que se han rodado dos versiones y que aparecerá pasada la una de la madrugada en los televisores de toda España.

Mis dos " amigos" policías proponen ir a la cafetería Hontanares, en la plaza de Sevilla a tomar otra copa. Vamos a darnos una vuelta a ver cómo está todo.

Ningún problema en volver a pasar los controles. Hay que dar una pequeña vuelta para no pasar por las puertas del Congreso. Allí el cordón de los guardias civiles no se fía de nadie, tan sólo de su teniente coronel.

Delante de otros dos güisquis y otro gin tonic - no hay que mezclar la bebida - vemos por televisión el mensaje de don Juan Carlos vestido de capitán general. Ya ha hablado sus generales, con Antonio Pascual en Barcelona, con Antonio Delgado en Granada, con Luís Polanco en Burgos, con Antonio Elícegui en Zaragoza, Pedro Merry no está disponible en Sevilla y su segundo, Manuel Saavedra, no está por cambiar la historia de nuestro país a la manera del siglo XIX. La etapa de los espadones se ha terminado.

En siete horas nuestro hoy, el de los españoles, cambia de forma radical. La arriesgada apuesta que hemos hecho en Diario 16 antes de que me marchara a la plaza de Neptuno, se confirma:" Fracasa el golpe". Lo que vino a continuación era la forma de la rendición de los sediciosos.

Comienza la madrugada y con las primeras luces más periodistas aparecen por el Palace. Alquilo una habitación tras llamar al periódico. Un estupendo lugar para fotografiar a los guardias civiles saliendo por las ventanas y a los diputados por la misma puerta por la que habían entrado a primeras horas de la tarde anterior para elegir en segunda votación a Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente del Gobierno.

Es tiempo de detenciones militares, no muchas, y la de algunos civiles, con el sindicalista García Carres a la cabeza. Tiempo para volver a casa pasados los miedos a las listas que existían, controladas las ambiciones y los sueños de los que pensaron que la España de 1981 era igual a la de Alfonso XIII y Primo de Rivera, que todavía teníamos que elegir entre Narváez y Espartero, entre O'Donnell y Prim, que nuestro destino estaba sujeto a la voluntad de las espadas. 48 horas más tarde dos millones de ciudadanos llenaron el centro de Madrid para decirles que estaban equivocados.

Meses más tarde, ya con las condenas del Tribunal Militar prendidas en sus uniformes, los generales se rompieron en dos: a un lado Milans y sus seguidores; al otro un solitario Alfonso Armada en la prisión de Alcala - Meco.

Una llamada de Ramón Hermosilla, el defensor del general que había soñado con emular a Charles De Gaulle en la Francia de los adoquines levantados en los bulevares de París de 1968, un viernes por la mañana me proporcionó una de esas alegrías con las que esperamos encontrarnos los periodistas:

Raúl, el general te espera esta tarde. Ya está arreglado para que vayas a verle

La prisión militar de Alcalá-Meco no se parece en nada a la civil, a la que iría años más tarde a ver donde habían estado Mariano Rubio y Mario Conde.

El general Armada me recibe vestido de paisano en su habitación. Tiene cama, no litera, un cuarto de baño separado del dormitorio, ventanas que dan a un amplio patio con jardines.

Qué le apetece Heras. Tenemos refrescos, no nos dejan alcohol.

Una coca cola está bien.

Llama a un ayudante y cinco minutos más tarde tenemos la bebida. Comenzamos a hablar y viene una pregunta que repetirá a lo largo de la hora de nuestra entrevista:

Cree usted que yo soy un peligro para España?

No, mi general, ahora no.

Ni ahora, ni antes, puede estar seguro Heras, siempre me he movido por mi amor a España y mi entrega a la Corona.

Con todas sus palabras escritas en mi cuaderno salgo de la prisión como un niño con zapatos nuevos. Tengo la primera entrevista con el general al que muchos consideraron el famoso " elefante blanco" al que se refirió Antonio Tejero al dirigirse a los diputados, al general al que unos y otros, demócratas y levantiscos consideran un traidor, al que unos cuantos tenían como uno de los brazos del Rey, al hombre que se había reunido con el socialista Enrique Múgica para preguntarle por un posible gobierno, con Manuel Fraga en Defensa, Ramón Tamames en Economía, Peces Barba en Justicia, el de presidente y con López de Letona como vicepresidente económico y Felipe Gonzales como vicepresidente político.

Ningún tiempo para escribir con calma. Hay que sacar la entrevista ese mismo sábado. La competencia no puede adelantarnos el lunes con otras declaraciones que también han conseguido de Armada. Quien la tiene es José Oneto, el director d Cambio16. Todo queda en casa, pero revista y periódico compiten siempre.

Volveré a la prisión mas veces, siempre con una llamada o un recado previo del general:

_ Heras venga a verme que le invito a una coca cola.

Cuando Alfonso Armada alcanza la libertad en 1989 y se marcha a vivir a Galicia nos cruzaremos cartas. Me invito a ir a verle. No lo hice por otra historia que se cruzó en el camino de la mano de Sabino Fernández Campo tras una larga tarde en el hotel Villamagna. Debí ir a su pazo.