Su misión, la que ha asumido, es la de intentar salvar al soldado Rajoy, pese a los desplantes que su " jefe" le hizo en el inmediato pasado y las "culpas" que le trasladó en público cuando nombró a cuatro vicesecretarios generales y un director de campaña de cara a la urnas del pasado 20 de diciembre.
Ahora, Cospedal, que almuerza en La Moncloa con el presidente y el " brujo" Arriola para ver si el hígado de las ocas habla de nuevas elecciones o sorpasso por la izquierda, es la encargada de sofocar las rebeliones antes de que se produzcan, convencer a los escépticos que el mejor candidato es Rajoy, que el líder controla los tiempos y que éstos juegan a favor del partido azul,
Ve a los enemigos internos preparar las cuchillas de la guillotina mientras hablan con los escribanos de la actualidad, y cuenta las fuerzas de cada uno para cuando haya que sumar en el próximo Congreso, ya sea desde el gobierno o desde la oposición. Mariano confía en ella sabedor de que le perdona casi todo y de que aguanta casi todo, que en el partido se respeta su trabajo, sus esfuerzos pese a que no entra en las quinielas sucesorias, o a lo mejor por eso mismo.
Unos miran al barón de Galicia, otros a la baronesa madrileña, e incluso alguno ve que del grupo de los ministros contrarios a la vicepresidenta, el que se destaca es el canario Soria, que es amigo del presidente y tiene poder territorial, algo de lo que carecen la propia Soraya Sáenz de Santamaría, Cristóbal Montoro, Margallo o Fernandez Díaz.
Mariano Rajoy es un especialista en las victorias por agotamiento del contrario. Dilata todo lo que los aciertos y los errores. En estas semanas aparenta ser generoso con los adversarios mientras espera que los amortajen los suyos. No quiere dar el paso de la investidura para fracasar y tener que soportar la batería de ataques y descalificaciones del resto de los grupos. Prefiere que lo intente Pedro Sánchez y que sea éste el que se estrelle o saque adelante un gobierno para dos años como máximo. Entre sus filas no encuentra rival y se mantendrá rodeado de su guardia pretoriana hasta que los votos de su propio y partidista Congreso Nacional le den la espalda. Y ese es el cometido y la misión que tiene Cospedal: cuidar su espalda y salvarle.