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¿Arabia Saudí es una democracia? No lo sabía

La reciente muerte del rey Abdalá bin Abdulaziz, a los 90 años, y la llegada de su sucesor Salman Ibn Abdulaziz, de 81 años, ha dejado muy claro que “allá van leyes do quieren reyes”, un viejo dicho popular de cuando Alfonso VI impuso el rito romano sobre el mozárabe que regía en la iglesia castellana. “Allá van los derechos humanos do quiere el emperador norteamericano”. Pocos días antes de que Obama fuera a saludar al nuevo monarca del petróleo, se había conocido la noticia de la condena de un bloguero saudí al que le habían impuesto la cárcel y 500 latigazos. Le habían dado los primeros 50 cuando vieron que no iba a resistir la segunda tanda, pero Obama se cuidó muy mucho de mencionar el tema a Salman. Las mujeres saudíes que se atreven a conducir un coche son castigadas, pero los grandes medios de comunicación lo ocultan en cuanto pueden. “El País” titulaba a la muerte de Abdalá, que había sido un rey reformista. Algunos periodistas norteamericanos llevan años tratando de sacar a la luz los papeles que implicarían a la monarquía saudí en la financiación de Al Qaeda -cosa que todo el mundo sabe- y en los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero Obama lo impide. Pero para los tertulianos no les preocupa la monarquía absoluta saudí ni siquiera cuando financia a los terroristas.