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Nietos de espadones y traiciones de palacio

lunes 02 de febrero de 2015, 14:17h

Los fantasmas de San Telmo (2)

Los espectros de Felipe González y Alfonso Guerra se hicieron presencia física entre las paredes de San Telmo para anunciar, con seis meses de antelación, lo que el todopoderoso número dos del socialismo hispano proclamaría el 12 de enero de 1991 en el Congreso de los socialistas extremeños: su marcha del gobierno y su ruptura pública con el líder del PSOE. Era el inicio de una batalla que duraría seis años y cuya primera víctima fue Pepote Rodriguez de la Borbolla al que Alfonso no dejaría volver a presentarse en las elecciones andaluzas de 1990, sustituido por otro de los integrantes del " clan de la tortilla" y hasta ese momento ministro de Trabajo, Manuel Chaves.

El palacio presidencial seguía reclamando su tributo de sangre política y por sus pasillos los conspiradores cruzaban miradas sin saber muy bien quienes eran los amigos y quienes los adversarios dispuestos a expulsarles del poder. El descendiente de uno de los ministros de Alfonso XIII dejaba su puesto al hijo del coronel de Infantería que había servido a las órdenes de Francisco Franco. La Sevilla partida en dos por el Guadalquivir asistía ensimismada a la división de los socialistas mientras Jacinto Pellón y Manuel Olivencia intentaban que la Exposición Universal no naufragara víctima a su vez de sus enfrentamientos.

Si en el Congreso extremeño Rodríguez Ibarra y José Bono habían apoyado a Guerra frente a Gonzalez, bastaron dos meses para que la " razón practica" cambiara todo. En el palacio toledano de Fuensalida los fantasmas de la Princesa de Eboli y del emperador Carlos V le detallaron al presidente de Castilla la Mancha su decálogo de las conspiraciones pasadas, y el hacedor del sometimiento del socialismo de Tierno Galván al socialismo de González y Guerra dejó a un lado las visitas de fin de semana del vicetodo y su hija Alma y las cambió por los bonsais de Felipe. A la sombra agosteña de la Torre del Oro, Manuel Chaves acumulaba poder por los cuatro costados y la ganaba elección tras elección a uno de los paladines del Partido Popular, Javier Arenas, el más fiel espejo del más simpático de los ministros que tuvo el Generalísimo, José Solís.

Convertido en virrey de Andalucia, Chaves movería con enorme habilidad el banquillo de sus gobiernos y los resortes del partido en el que entró a militar con 23 años en un ya lejano 1968, para consternación familiar por los sustos que el hijo díscolo y "rojo" les proporcionó hasta que descubrieron que todo sacrificio tiene su premio y de ministro pasaba a presidente de su tierra durante 19 años, hasta que los lodos del excesivo poder, durante excesivos años y con excesivas complicidades llegaron a San Telmo y , de nuevo y desde Madrid, el presidente Rodríguez Zapatero le llamó a maitines y le convirtió en vicepresidente de mucho y casi nada. El palacio sevillano, que había contemplado mayorías absolutas y pactos circunstanciales con sus repartos de cargos y favores, escribía otra página de huidas ante el peligro. Esta vez no era fuego amigo el que disparaba, era fuego judicial el que salía del juzgado numero 6 de la capital hispalense y quien manejaba el cañón era juez y se llamaba Mercedes Alaya, acostumbrada a los calores de Ecija y que se había estrenado en Fuengirola procesando a su alcalde. Las víctimas comenzaron a amontonarse en carpetas y diligencias bajo los nombres de Mercasevilla y ERES, dos palabras malditas que en San Telmo se pronunciaban en voz baja, para evitar las carcajadas de los duques de Orleans, que pedían a Torquemada volver de las sombras para llevar a la pira a tantos y tantos herejes.

Manuel Chaves había ganado en 2008 sus sextas elecciones autonómicas pero sus pies se habían convertido en barro y lo mejor para todos era y así fue que dejara el poder en manos de su segundo y amigo, José Antonio Griñan, nada menos que hijo de un oficial del cuarto militar de Francisco Franco, sobrino del ex presidente de la Diputación Provincial de Madrid, Martinez Emperador y que había llegado al PSOE al comienzo de los años 80. Ministro de Trabajo en el último gobierno de Felipe González y viceconsejero en Sevilla con Rafael Escuredo y Pepote de la Borbolla, fue uno de los artífices de la caída de José Borrell cuando éste se convirtió en candidato ganándole la partida a Joaquin Almunia. Si por San Telmo y Fuensalida pululaban los fantasmas de épocas pasadas, en los pabellones de La Moncloa, las apariciones de las guerras de las rosas ( a semejanza de las que mantuvieron los York y los Lancaster en Gran Bretaña ) pronosticaron la caída de todos los dioses de barro, víctimas del tsunami financiero que golpeó las cuatro esquinas del mundo a partir de 2007. La sangre y el fuego habían permitido al PSOE volver al poder de forma inesperada. Siete años más tarde, el dinero y la avaricia acabarían con los sueños del nieto de otro militar, este fusilado por aquellos que se levantaron en armas un 18 de julio de 1936. La maldición de los espadones convertida en una de las características de la España de dos siglos.

Los fantasmas de San Telmo (3)
Nietos de espadones y traiciones de palacio