El fuego de San Telmo

Con Susana de Triana ha vuelto el fuego a San Telmo, allí donde quedaban las ascuas de José Antonio Griñan y las cenizas de Manuel Chaves. Dicen los gatos del ozú que en las noches del Guadalquivir las antorchas socialistas que iluminan los pasos de la presidenta de Andalucía bailan sobre el armazón de hierro del puente de todas las Hermandades. Los suyos, que son muchos, querían que cogiese el AVE a La Moncloa, pero los miedos son libres y ella, dueña del aparato, prefiere la comodidad sosegada de Al Andalus. Heredó el poder sin pelear y sin ganar y es mucho el salto a Madrid sin llevar en las alforjas los votos de las propias victorias. Pedro tendrá que negarla tres veces en una sola derrota, la de los Idus de mayo, y Mariano caminar hacia Santiago como penitencia por la derrota, antes de que se abran las puertas de los leones en la Carrera de San Jerónimo para recibirla. No es Kathleen Turner pero nuestra Susana tiene fuego en el cuerpo. Eso dicen los que la adulan mientras con el rabillo del ojo izquierdo miran a Gaspar Zarrias.