Tania y la gata Lea

La pequeña de mi casa, que veía pasar las nubes como Azorín y descubría como él que vivir es volver, tiene una gata, Lea, que siempre vuelve a su regazo. Allí se cobija y ronronea en busca del cariño, sabedora de que lo tiene. Me recuerda Lea a Tania Sanchez, quizás por lo que tiene de felino la dirigente de IU, por su búsqueda de cariño en el regazo familiar, Pablo Iglesias incluido. Tania vive y puede que hasta muera políticamente en el volver al único bastión de poder que ha tenido el viejo PCE en la Comunidad de Madrid en los últimos 20 años, el Rivas de Fausto y Pepe, el de los Sánchez Melero, el del reino de las cooperativas, Ella que es una puerta abierta en el muro de Podemos. La izquierda española es especialista en matarse a sí misma y muchas veces. Ahora no es un problema de ideología: se trata del pasado, presente y futuro de los dineros y el bolsillo, de la generación que cenaba y desayunaba con Alberto y Florentino y que no conoce ya las tascas de los menús a diez euros. Lea está segura en casa y maúlla a las nubes que juegan al escondite con la luna. Tania ruge ante las escopetas de los suyos en la jungla de la política.