Conde, de duelo

En el cementerio de Tui, los padres de Mario Conde miran juntos la eternidad junto a su nuera, Lourdes, a la que tanto querían. Pilar se marchó camino de su tierra el viernes pasado con su hijo regresando a todo correr de Sevilla para escuchar en el amanecer el canto fúnebre de los gatos. Tal vez, me cuenta el más triste de los corretejados, la lluvia de los Pazos ocultó las lágrimas del abogado del estado y de sus hermanas. Noventa y seis años de sumar alegrías y dolores, que eso es vivir y Pilar cumplió con cada una de las etapas. Pequeña, delgada, te miraba a los ojos antes de darte dos besos en las mejillas. Tal vez nunca comprendió el vivir de su hijo, ni los vivires de los que le rodearon, le adularon y le abandonaron. Era de la otra época. El día 18 tendrá su funeral en la parroquia de San Juan de la Ribera. Será otro adiós. Y ya entrada la noche los gatos volverán a cantar a la luna negra.