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La lideresa quiere reinar en Cibeles

martes 04 de noviembre de 2014, 13:44h

Si la mejor defensa es un buen ataque, Esperanza Aguirre representa para el actual PP la suma de Ronaldo y Messi. La ex presidenta se ha lanzado en tromba contra todos aquellos a los que ella puso y encumbró y que le " han traicionado", desde Francisco Granados a López Viejo pasando por todos los alcaldes, presidentes de Diputacion y cargos del partido, ya susana de Madrid o de España entera. Aguirre quiere ser alcaldesa de la capital, quiere sentar sus reales en el palacio de la plaza de Cibeles y sabe que para conseguirlo tiene primero que conquistar la voluntad de Mariano Rajoy, aunque sea muy a los pesares de éste.

La líder de los populares madrileños está dispuesta a ganar todas y cada una de las batallas que se le presentan. No duda en cuestionar al presidente como futuro candidato en las generales para 24 horas más tarde asegurarle su apoyo; no duda en señalar que se pueden tomar muchas mas medidas anticorrupción justo unas horas después de que Maria Dolores de Cospedal asegurara que ya se habían tomado todas las medidas necesarias; no dudó en críticar las medidas fiscales de Cristobal Montoro, la política sanitaria de Ana Mato, la posición de España en el mundo de la mano del titular de Exteriores...verso suelto y sucesora en esos menesteres de Alberto Ruiz Gallardón, su audacia, atrevimiento, capacidad de comunicación, voluntad de liderazgo no conocen límites.

Es capaz de dar un giro de trescientos sesenta grados en un baldosan, como si el chotis fuese un baile pensado para la política. No le asusta llevarse a sí misma la contraria, ni rectificar sus palabras a las pocas horas de haberlas pronunciado. Es la mejor, la más auténtica vendedora de sí misma y tal como parece la única baza que tiene el Partido Popular para la que se presenta como gran batalla en las elecciones municipales con permiso de Rita Barberá, la de Madrid.

Aguirre es una superviviente en lo político y en lo personal. Su enfermedad, la que le llevó a abandonar la presidencia del gobierno autonómico está olvidada, archivada, orillada en el camino que ha emprendido camino de la alcaldía, por mas que la actual regidora, Ana Botella, diga a todo el que quiere escucharla ( en voz baja, eso sí ) que Esperanza le ha hecho la vida imposible y que es su peor pesadilla desde que sustituyó a Ruiz Gallardón. La mujer de José María Aznar se marcha por la puerta de atrás y la ex ministra y ex presidenta del Senado quiere llegar por la puerta grande, como los toreros cuando salen de Las Ventas.

Ninguno de los nombres que se barajan para cubrir las candidaturas electorales del PP en los dos puntos neurálgicos de Madrid tienen el tirón, la experiencia y la capacidad de movilización que tienen en unión y comunión Esperanza Aguirre e Ignacio González. No se les quiere en la sede central de Génova, pero puede que terminen siendo necesarios para evitar la debacle. Ni los descartados Luis de Guindos, Soraya Saenz de Santamaría, Margallo, Elvira Rodríguez o Ana Pastor aseguran cumplir mejor que las dos personas que lideran y controlan el PP madrileño. Queda la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, o el recurso a una persona más joven y alejada de las luchas y problemas internos de la formación, como podrían ser la actual ministra de Agricultura o la consejera Lucía Figar, pero para llevar adelante una operación de ese tipo, con el riesgo consiguiente, se necesitaría que el doblemente presidente Rajoy diese más de un puñetazo en la mesa. Y no parece que esas sean sus intenciones.


La lideresa quiere reinar en Cibeles