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La necesidad política de buscar un culpable

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

Los seres humanos tenemos la tendencia a buscar un culpable para justificar los males que nos toca vivir o para encubrir los errores que hemos cometido. Esa característica se vuelve manía compulsiva en el mundo de la política. Es raro o muy raro encontrar a un político que acepte sus errores y actúe en consecuencia. Lo tienen siempre mucho más fácil: el malo, el,que ha cometido el error, el responsable de lo que no nos gusta o nos enfada a los ciudadanos es el de enfrente, el,adversario, en cualquiera de sus modalidades. No falla nunca sea cual sea el tema de que se trate y sea quien sea el que esté en el poder o en la oposición. Los males son consecuencia de la actuación del rival y de sus acompañantes.

Estamos viviendo uno de los mejores ejemplos: la resolución del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la condena y permanencia en prisión de la etarra Inés del Río. El Tribunal lo forman 47 jueces, uno por cada estado miembro del Consejo de Europa. Dentro de la estructura del Tribunal, cuyas resoluciones y sentencias todos los países se comprometen a aceptarlas y ejecutarlas, existen varias secciones con sus presidentes y miembros que se van rotando, durante 9 años, que son prorroga les. Y en lo más alto de esa estructura está la Gran Sala, compuesta por 17 juristas de otras tantas naciones. Uno de ellos, el español Luis López Guerra, que está en Estrasburgo desde el año 2004.

Pues bien, los 17 miembros de la Gran Sala votaron en contra de la llamada " Ley Parot", 17 juristas que no parece que pudieran someterse a los criterios de uno sólo, ni que tengan animadversión a España o les guste beneficiar a terroristas con un amplio historial de asesinatos a sus espaldas. Es más lógico pensar que se han limitado a aplicar " técnicamente" un presupuesto básico de cualquier ordenamiento jurídico: no se puede aplicar la ley con efectos retroactivos, no se pueden amoldar los hechos pasados a las nuevas normas legales. Es así de sencillo, algo que, para cambiar, tiene que pasar en cualquier país democrático por las Cámaras Legislativas.

En ese contexto, los políticos y los que les acompañan, en lugar de reconocer los agujeros de los cambios legales y en insistir en que a la etarra Inés del Río le quedaban por cumplir tan sólo cinco de los 30 máximos que existen en España si se aplicará hasta el final la doctrina Parot, aunque de los juicios salgan condenas de miles de años, han buscado de inmediato un culpable y hasta han encontrado dos por el mismo precio: el que ha " traicionado" a España, el que ha permitido que esté en la calle Inés del Río y que puedan seguirle otros sesenta terroristas más, es Luis López Guerra, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Carlos III y ex diputado de la Asamblea de Madrid en el año 2003, cuando ocupó el tercer puesto en la lista de Rafael Simancas, el año en el que las deserciones de Tamayo y Sáez hundieron las posibilidades de gobierno del líder socialista. Y junto a López Guerra aparece el hombre que lo " envió a Estrasburgo" en 2004, nada más ganar las elecciones, con el pensamiento ya puesto en la sentencia que permitiría a los peores asesinos de la banda etarra no cumplir íntegramente los 30 años máximos de estancia penitenciaria, y que no es otro que José Luis Rodríguez Zapatero. Sonroja intelectualmente tamaño desatino, y causa enorme tristeza contemplar esa justificación para que el lógico, duro, feroz enfado de las víctimas y sus familias se dirija hacia " los otros" y no afecte a los ansiados votos que se van a necesitar en los procesos electorales que vamos a encadenar a partir de los comicios europeos de 2014.

Si López Guerra hubiera votado en contra de lo que decidieron sus 16 compañeros de la Gran Sala no habría cambiado nada. Inés del Río estaría de igual manera en libertad, los nuevos recursos de sus compañeros en ETA se habrían presentado de la misma manera, y los argumentos expresados en la sentencia del Tribunal y leídos por su presidente, el luxemburgués, Dean Spielman, estarían basados en las mismas consideraciones jurídicas. Creo que, incluso, los ataques que está recibiendo el jurista español serían muy parecidos. Siempre hay que buscar un culpable y ofrecérselo al pueblo. Es una historia tan vieja y usada como la propia civilización.