www.cronicamadrid.com

La rebelión de los jarrones chinos

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

De los seis presidentes de gobierno que ha tenido la democracia española uno, Mariano Rajoy, está en pleno uso de su mandato electoral; otro, Leopoldo Calvo Sotelo, ha fallecido; el primero de ellos, Adolfo Suárez, permanece recluido en su casa afectado de Alzehimer; el penúltimo, José Luis Rodríguez Zapatero, está en periodo de descompresión y es difícil que en algún momento de la historia se le tome por un "jarrón chino"; y los dos restantes suelen concitar tantos apoyos como críticas cada vez que manifiestan en público sus opiniones respecto a lo que está ocurriendo, con una irreprimible querencia a colocar sus años de gestión por encima de la forma de gobernar de sus sucesores.

Felipe González y José María Aznar han liderado de forma clara y sin apenas fisuras sus respectivos partidos, a los que sometieron con su llegada a un cambio de imagen y de ideario brutal. González acabó con el marxismo en el Partido Socialista y de hecho diluyó el término obrero tras su choque con la UGT que lideraba Nicolás Redondo, que le hizo la primera huelga general entre socialistas. Aznar enterró los flecos que quedaban en el PP del franquismo y centró a la formación en torno al liberalismo, bien es cierto que en ambos casos la querencia de ambos hacia el centro electoral les llevó a que una buena parte de sus programas y de sus actuaciones de gobierno fueran intercambiables, al igual que pudieron serlo una parte de sus ministros, desde Miguel Boyer a Josep Piqué. Tuvieron más cosas en común a la hora de gobernar: uno y otro le bailaron el agua al nacionalismo catalán que representaba CiU y quisieron llevar al Ejecutivo a la misma persona, Josep Antoni Durán Lleida.

Ninguno de los dos soporta al otro y no ahorra calificativos a la hora de referirse al antiguo adversario. Curiosamente su andadura política, profesional y personal se asemeja bastante más de lo que ellos mismos desearían: se han volcado tras su salida de Moncloa en el área internacional a través de su presencia en consejos de administración y asesorías de empresas multinacionales y han aceptado su papel de " acompañantes de relumbrón" en algunos consejos patrios que cuentan con buenas remuneraciones anuales. Pasan gran parte del año viajando y poniendo en valor la experiencia y los contactos que adquirieron en sus años de gobierno, con una clara tendencia hacia Iberoamérica y los países árabes. Cuando se refieren a la actualidad española son muy críticos y ponen en cuestión las decisiones de los que en ese momento preciso ocupa el Palacio de la Moncloa y la jefatura del Gobierno, ya se llame Zapatero o Rajoy. Eso en público, que en privado son aún más duros y con descalificaciones más contundentes respecto a las medidas políticas y económicas que se toman y la situación general de España.

González utilizo la metáfora de los "jarrones chinos" para referirse al difícil papel que les tocaba a los ex presidentes respecto a sus sucesores, que no sabían donde colocarles bien por lo "válido" que habían sido, bien por no encajar en la " nueva decoración" política que imprimían a la vida pública. Por uno u otro motivo y por la falta de " estructura legal" que acompaña a los ex en nuestro país, tanto el como Aznar no cumplen ninguna función pública que ayude a los distintos gobiernos en tareas diplomáticas y de representación, y tal en por ello cualquier artículo que publiques o entrevista que concedan alcanza enseguida la condición de polémica y de ataque contra el presidente del gobierno y su equipo.

Al qué a día de hoy es presidente honorífico del PP le han bastado cuarenta minutos en televisión para poner patas arriba a un partido en el que la crisis esta rompiendo las viejas y aparentemente sólidas barreras de la unidad y el apoyo sin fisuras a la política del Ejecutivo. Aznar ha puesto el dedo en la llaga de lo que la mayoría del Partido Popular opina, el problema no está en lo que ha dicho respecto a la fiscalidad y el cumplimiento del programa electoral, está en el momento y en el tono, justo cuando desde la estructura de la formación se llama de forma continúa al cierre de filas con el presidente Rajoy y sus medidas para salir de la crisis.

El ex presidente se siente tan abandonado por Rajoy como se sentía González abandonado por Zapatero. Es un síndrome, por un lado, y una realidad, por otra, compartidos. Sus sucesores en La Moncloa querían volar solos, sin presiones y sin nadie que les mirara por encima. Querían y quieren cometer sus propios errores y tras las declaraciones obligadas de homenaje en las tomas de posesión, lo mejor que le desean al que les precedió en el cargo es que vivan lo mejor posible pero lo más lejos posible y con la menor influencia posible. Si las cosas del país van bien ese objetivo es fácil de cumplir, pero si los problemas se amontonan, los ex aparecen para recordar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Su tiempo, claro está.