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Las 4 reacciones químicas del PSOE

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Un doctor en la materia como es el secretario general del PSOE sabe con precisión que todo lo que ocurre en el seno de su partido, desde las luchas internas para sucederle a las rebeldías autonómicas de Cataluña y Galicia en contra de su criterio e incluso de los propios Estatutos que les gobiernan, se condensa y explica por las cuatro reacciones químicas básicas que estudió en la Universidad.

Puede explicar a los suyos, desde el núcleo duro que conforman Elena Valenciano, Óscar López, Soraya Rodríguez, Marcelino Iglesias y Antonio Hernando, a los más díscolos y públicos opositores como Pere Navarro, Pachi Vázquez y Tomás Gómez, que el socialismo español ya ha pasado por esas cuatro reacciones, desde la de combustión a la de descomposición, pasando por las de intercambio y síntesis. Esta última sería la primera de esta etapa democrática, cuando en torno a las viejas siglas republicanas se fundieron el resto de formaciones que existían en la clandestinidad y las que afloraron en los primeros meses tras la muerte de Franco y la asuncion plena de la monarquía democrática y parlamentaria.

Bajo el liderazgo de Felipe González y Alfonso Guerra, la vieja guardia del Partido Socialista que salió de Suresnnes, consiguió que la dirección del exilio que comandaba Rodolfo Llopis se marchitase, que el resto de formaciones con nombre socialista se integrase o desapareciera como tal, y hasta que los más reacios a ello y que intentaron un tímido enfrentamiento por mantener la " libertad" de acción como fueron los catalanes de Joan Reventos y Josep Pallach, tuvieran que plegarse al centralismo que impuso sin miramientos el poderoso grupo que formaron los socialista andaluces y madrileños.

Aquello lo explicaría Alfredo Pérez Rubalcaba como una reacción de síntesis, aquella por la que dos o mas sustancias dan lugar a un solo producto. Estábamos a mediados de los años 70 del siglo pasado y de forma sucesiva tendrían lugar otras dos grandes reacciones dentro del socialismo, la primera se produjo tras las elecciones generales de 1977 y 1979, ya con la Constitución aprobada y con una segunda derrota del PSOE a manos de la UCD de Adolfo Suarez: en el XXVIII Congreso Federal celebrado en mayo de ese ultimo año González quiso dejar el marxismo como ideología dominante en el partido y los militantes le dijeron que no, razón por la que presentó su dimisión " estratégica" entregando la dirección del naciente nuevo socialismo a José Federico de Carvajal y en cierta manera a Enrique Tierno Galvan, quien prudente, no se atrevió a mantener el órdago y dio un paso atrás al igual que otros muchos que descubrieron que en el puente de mando se había quedado un Guerra que controlaba esa transición interna. En septiembre un Congreso extraordinario devolvía todo el poder a Felipe y enterraba el marxismo en la historia del socialismo español. Era una reacción de intercambio, con elementos que se trasladan de un sitio a otro, una reacción que le permitió a Tierno Galvan ser alcalde de Madrid, a Joaquin Leguina ser presidente de la Comunidad madrileña, y a José Bono, por ejemplo, convertirse en secretario cuarto del Congreso y mas tarde en candidato y presidente de Castilla la Mancha durante veinte años.

Tres años más tarde y con el proceso de oxidación que sufrió la UCD y su presidente, Adolfo Suárez, y que explicaría en parte el fracasado golpe de estado que intentaron el general Milans del Bosch y el teniente coronel Tejero, vino la más fuerte de las reacciones, la de combustión, la que provoca el aumento de la temperatura en muchos grados - en este caso los votos - y que llega acompañada de la emisión de luz, una mayoría absoluta en el Congreso de 202 diputados, la desaparición casi por completo de la UCD que había salido del franquismo, y del PCE que había regresado del exilio. El PSOE conseguía un triunfo histórico, refrendaba a la nueva democracia española, y aparecía ante los ojos de los ciudadanos como el único partido capaz de garantizar la unidad territorial y el futuro de este país.

Treinta años después la última de las cuatro reacciones químicas dentro del socialismo amenaza con desarticular no solo al partido, también a España, ya que sin esa parte de la izquierda política dotada de un mínimo de coherencia a nivel nacional, y con un programa alternativo al del duro liberalismo de la derecha que representa hoy la formación a la que dieron lugar las sumas de los partidos que en 1977 y 1979 representaban a ese sector de la sociedad española, y que no es otro que el Partido Popular que articularon los discípulos de Manuel Fraga en torno a José María Aznar y Francisco Alvarez Cascos, el país que conocemos, la nación, el estado que se ha construido bajo la forma monárquica desde aquellos tan aparentemente lejanos años, se vendrá abajo sin que se tenga, ni se sepa muy bien cual es el recambio.

Es la reacción de descomposición, la que hace que a partir de un elemento surjan o se obtengan varios, la que suele acompañan a todos los procesos políticos en los que una fuerza o partido u organización se cierra en sí mismos, se vuelve impermeable a todo lo que ocurre en el exterior, se esclerotiza en su funcionamiento, se vuelve endogámica en la elección de sus cuadros y dirigentes, y pierde la conexión con la realidad del día a día de los ciudadanos. Los líderes, de forma piramidal y hacia abajo, se resisten a la autocrítica, buscan cualquier solución menos la que pasa por la dimisión propia y son capaces de destruir aquello que a varias generaciones les ha costado edificar. En esas circunstancias lo que se vende como rebeldía y regeneración no son sino formas de mantenerse en el poder, por pequeño y residual que este sea. Los casos del socialismo de Cataluña y Galicia son dos buenos y primeros "precipitados" de la química política que esta teniendo lugar en toda Europa.