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El trío de la bencina

Soraya Sáenz de Santamaría, Celia Villalobos y Fátima Báñez


“El trío de la bencina” fue una popular comedia alemana, estrenada en 1930, que contaba la historia de tres amigos que venden todo lo que tienen para montar una gasolinera (benzina, gasolina en italiano) pero a lo que todo se les complica porque el trío se enamora de la misma chica. Desde entonces la frase se suele utilizar cuando tres personas aparecen en franca compañía intentando llevar adelante algo en común. Viene toda esta introducción a cuento del trío que formaron en el Congreso de los Diputados durante la época de los Gobiernos de Zapatero, tres féminas del PP: la vallisoletana Soraya Sáenz de Santamaría, la malagueña Celia Villalobos y la onubense Fátima Báñez.

Las tres conforman uno de los ejes del actual Gobierno de Rajoy que, sin ser el más importante, puede ayudar a explicar algunas de los movimientos y luchas internas que se vislumbran en el seno del PP. La actual vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, tuvo que formar su equipo en el propio Congreso, donde ejercía de portavoz de su Grupo Parlamentario, ya que nunca había ejercido antes de dirigente del PP, hasta que Rajoy la escogió a ella para desvincularse del equipo de Aznar. Durante mucho tiempo, Soraya tuvo que hacer frente al grupo de diputados antirajoyistas, liderados por el ex secretario de Aznar, Carlos Aragonés, sin más apoyo que le ofrecían la veterana ex alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos, y una novata en las artes de la política, Fátima Báñez, que venía de hacer las “labores de su casa”. Aparte, claro está de el “niño” catalán José Luis Ayllón, que desde entonces ejerce de secretario casi personal.

Las nulas relaciones entre Soraya Sáenz de Santamaría y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, acentuó aún más la soledad de la entonces portavoz parlamentaria y, por ende, de su unión con Villalobos y Báñez. La relación con la primera, le permitía además tener acceso directo al principal asesor áulico de Rajoy, Pedro Arriola, y poder adelantarse a los deseos de su líder.

Fátima Báñez, que había comenzado su andadura política como coordinadora de la Presidencia del PP andaluz, se había ido separando poco a poco de Javier Arenas en cuanto pisó Madrid, tras ser elegida diputada nacional en el año 2000 por Huelva. Sus ideas ultraliberales le llevaron enseguida a convertirse en una pieza clave del PP en las comisiones económicas del Congreso, muy ligada desde el principio de su nueva etapa a Cristóbal Montoro, entonces ministro de Hacienda con Aznar. De hecho, Báñez ha formada parte del comité que elabora en los sucesivos Congresos del partido la ponencia económica. Su acercamiento a Soraya Sáenz de Santamaría, a la que lleva solo cuatro años, proporcionó a la actual vicepresidenta un mayor control del sector económico del PP a la vez que servía de puente con Cristóbal Montoro, que solo departe directamente con Rajoy.

Cuando Rajoy ganó las elecciones el 20 de noviembre de 2011, Soraya Sáenz de Santamaría movió rápidamente sus fichas para cerrar el paso a los sectores “enemigos” ofreciendo a Rajoy su equipo. La vicepresidenta quería que Celia Villalobos fuera la presidenta del Congreso, cosa que no consiguió, pero a cambio el presidente del PP aceptó que fuera la segunda de Jesús Posada. Colocó también a José Luis Ayllón en La Moncloa para llevar las relaciones con las Cortes y a Alberto Nadal, para dirigir la oficina económica y prepararse para dar el salto a ministro.

Su mayor éxito fue, sin embargo, que tanto Rajoy como Montoro aceptaran a Fátima Báñez como ministra de Empleo y de Seguridad Social. Lo único que le ha pedido Soraya Sáenz de Santamaría es la máxima discreción, que es el lema de la vicepresidenta, no remover mucho las aguas… que para eso ya está Wert.

Por no aparecer en los medios, Fátima Báñez, no compareció siquiera en el Congreso para defender los recortes en las leyes laborales, se reúne poco con los sindicatos, que la consideran un cero a la izquierda del Gobierno, y repite con exactitud lo que le mandan desde La Moncloa. La única indiscreción que cometió fue enviar a un periodista de La Razón el expediente de regulación de empleo del PSOE, para dejar claro que también Rubalcaba despide a sus empleados. El caso pudo costarla caro, pero la diplomacia de Soraya Sáenz de Santamaría ha conseguido que los socialistas pasen hoja y no hayan hecho sangre.