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El tsunami de Bankia alcanza a los grandes

Por Rafael Gómez Parra
La guerra a muerte entre los grandes capitalistas y empresarios españoles ha comenzado y los ajustes de cuentas van a ser terribles para algunos. Nadie está a salvo, a priori, aunque al final habrá ganadores y perdedores como en todas las batallas. La forma en que se ha producido la entrada del ministro de Economía, Luis de Guindos, en Bankia, es lo más parecido al ataque de una división acorazada en una guerra de verdad, con la salvedad de que ya las víctimas del ataque no solo los trabajadores o los cuentacorrientistas –cosa que se da por supuesto- sino el propio presidente Rodrigo Rato –que ya veremos si no acaba en la cárcel si los capitalistas lo consideran el mal menor- y de todo su Consejo de Administración entre los que destaca el empresario de cabecera de Esperanza Aguirre, Arturo Fernández, presidente de la poderosa patronal madrileña y de la Cámara de Comercio.
De nada le valió al dueño de los restaurantes que llevan su nombre apelar al honor perdido con el cese fulminante, lo mismo que a los demás miembros de la dirección de Bankia que han sido despedidos al grito de “Ar”. Entre ellos destacan otros líderes empresariales de la CEOE, como los valencianos Francisco Pons y Francisco Juan Ros, importantes compañeros del mismo De Guindos, como Claudio Aguirre Pemán ( ex The Chase Manhattan Bank, Goldman Sachs y Merrill Lynch) y Alberto Ibáñez (ex de Salomon Brothers y del Citigroup), o el representante de uno de las cinco grandes constructoras, Javier López Madrid (OHL). El único que se ha salvado, por ahora, es el ex de los March, Francisco Verdú, que será el número dos de Goirigolzarri.

El tsunami provocado por la intervención de Bankia ha llevado al secretario general del Partido Socialista madrileño (PSM), Tomás Gómez, a vaticinar a la propia Aguirre en la Asamblea de Madrid, que Rajoy le va a obligar a organizar una comisión de investigación sobre Caja Madrid y Bankia “para evitar que el escándalo salpique a la dirección nacional del PP”. Las misteriosas palabras del líder socialista podrían haber sido provocadas por la filtración de algunos de los cada vez más numerosos enemigos que la lideresa madrileña tiene en su propio partido. Todo parece indicar ahora que si Aguirre no lo hace en la Asamblea madrileña, lo hará el PP en el Congreso. Ese sería el primer aviso de que el agua de la inundación no se va a quedar solo a la altura de las casas bajas de los pobres, sino que va a alcanzar a algunos chalets de La Moraleja o de los otros barrios de los millonarios en Madrid.

Hasta ahora, la “estafa” organizada por cajas y bancos con la venta a jubilados de productos financieros engañosos, como los llamados preferentes o los canjeables por acciones, no solo no ha sido investigada, sino que el Gobierno de Rajoy trató de salvar la cara de los banqueros legalizando el que dejaran de dar intereses por esos bonos y retrasando su devolución a sus dueños, que habían invertido todos sus ahorros, a “calenda griegas”, es decir a nunca. Ahora se anuncian las primeras denuncias contra los bancos que vendieron esos productos que habrán de convertirse en procesos penales contra los dirigentes financieros – la mayor parte de las direcciones generales y consejos de administración de las cajas- que los inventaron, si es que las víctimas quieren recuperar algo.

Pero mientras escribimos llegan las primeras noticias que alcanzan a todopoderosos como Emilio Botín (Santander) y César Alierta (Telefónica) a los que algunos socios de sus respectivas empresas han empezado a rebelarse por temor a ver reducir los beneficios de sus acciones. Estos compañeros de viaje han comenzado a filtrar que en las últimas Juntas de Accionistas, los dos grandes empresarios, vieron reducida su siempre abundante aprobación de resultados, que rebasaba en años anteriores el 90% de los asistentes, a unos más reducidos porcentajes del 70-75%, señalando además que los que se abstuvieron eran precisamente importantes representantes de fondos de inversión o de empresas inversoras.

Todo ello en medio de continuas noticias de las agencias de evaluación de riesgos rebajando la nota de la deuda de bancos y de multinacionales españolas que indica la tendencia que van a seguir los capitalistas internacionales frente a los grandes empresarios españoles que no van a estar tranquilos ni siquiera en los países que creían haber conquistado, como se ha visto con la expropiación de YPF a Repsol en Argentina, o la de Red Eléctrica en Bolivia. Si la guerra continua, de nada les habrá valido a las grandes constructoras españolas irse a trabajar al extranjero: Florentino Pérez compró la alemana Hochtief para tratar de ampliar su mercado de negocios y los accionistas germanos quieren echarle; Juan Villar Mir, un adelantado en los negocios en Latinoamérica, empieza a tener problemas en México o las continuas vicisitudes que padece Ferrovial en el Reino Unido. El propio BBVA ha tenido que vender sociedades que había comprado en el exterior y el Santander podría verse obligado a retirarse de Gran Bretaña.

Las indiscreciones de los representantes de los fondos de inversión y de otros grandes accionistas del primer banco español han llegado a hacer mención a la edad del propio Botín y a su jugarreta legal para seguir al frente de la entidad a pesar de tener solo el 2% de las acciones y de haber sobrepasado la edad reglamentaria con la intención de ganar tiempo para preparar la sucesión en su hija Patricia Botín, cosa que ahora también podría estar en peligro.

El plan que Francisco González (BBVA), Emilio Botín (Santander) e Isidre Fainè (Caixabank) de tratar de impedir que el Estado tuviera que hacer una banca pública con los restos de las cajas y bancos en crisis ha saltado por los aires con los casi 25.000 millones que necesita la entidad financiera de Rato para sanearse. Los grandes banqueros españoles están sobrepasados por las circunstancias que no son otras que el fallo de los créditos a las grandes empresas españolas para sus aventuras pasadas (Sacyr, El País, ACS, Repsol, etc), la crisis inmobiliaria y, sobre todo, la negativa de los fondos y de la banca internacional de darles crédito. Y sin dinero, no hay banqueros.

El lamento de Alierta
El presidente de Telefónica se ha lamentado, en unas declaraciones insólitas, de la bajada del precio de las acciones de la multinacional española, que hasta ahora ha sido sinónimo de seguridad en la bolsa. El hecho de que el propio Alierta sea un conocido broker del mercado bursátil hace más sentido el gemido del elefante herido por las balas de sus antiguos colegas que han decidido, con los datos en la mano, que la compañía está perdiendo mercado frente a sus rivales y que la deuda acumulada es insoportable. Los mismos que le halagaban hace pocos meses han empezado a lanzarle sus dardos envenenados y solo hace falta que los grandes accionistas de Telefónica, fondos y grandes empresas, se lo crean,