Mariano Rajoy y su gobierno podrán defender mejor sus posiciones para combatir la crisis tras la victoria del socialista Francois Hollande en Francia y los cambios electorales que se han dado en Grecia, Alemania, Italia y Serbia , en una Europa que se vuelve más de izquierdas, más radical y más nacionalista; y en la que la desconfianza y el malestar de los ciudadanos por las fuertes medidas de ajuste en sus países se traduce en el retroceso de los grandes partidos tradicionales en las urnas.
Vamos a descubrir la capacidad de estadista de nuestro presidente del Gobierno, vamos a ver si tiene cintura para moverse en el nuevo contexto que se abre en la Europa de los recortes, la normalización fiscal y el paro. Hasta ahora, todo lo que decía la canciller alemana salía adelante, bien apoyada como fiel escudero por Nicolás Sarkozy. Eso se ha acabado y el nuevo- viejo eje París - Berlín tendrá que sustentarse en nuevas estrategias en las que el crecimiento y la lucha contra el paro pasen por delante de unos ajustes públicos y financieros que están acabando con la sociedad del bienestar en la que los europeos llevamos viviendo desde hace cincuenta años.
Es de esperar que el diálogo entre los dos principales países de la Unión Europea se mantenga. Les interesa a los dos y nos interesa al resto, sobre todo si se miran el resto de los resultados electorales que se han producido en las municipales italianas, en la regional de Alemania, y en las parlamentarias y presidenciales de Serbia. Y por encima de estas tres, la que se ha producido en una Grecia en la que se ha focalizado todo el drama europeo. Hay algunos factores en común: la fragmentación del electorado al entrar en los parlamentos y en los municipios nuevos partidos por los dos extremos del arco político; el incremento de los votos hacia las formaciones más nacionalistas, y el también incremento de la izquierda en general que se opone a los acuerdos y al rumbo impuesto desde Berlín.
El nuevo presidente francés no tiene más remedio que coger la herencia de Sarkozy y darle la vuelta, al igual que lo ha hecho Rajoy en España, con una variable distinta e inmediata: dentro de un mes se celebran las elecciones legislativas en Francia, en las que se verá si el ascenso de los socialistas se mantiene, si la derecha gaullista sigue en descenso, y sobre todo si el éxito de la derecha nacionalista de Marie Le Pen en la primera vuelta de las presidenciales le lleva a convertirse en la segunda fuerza política del país.
Si miramos a Alemania ocurre algo parecido. Los comicios de ayer domingo en el pequeño estado lindante con Dinamarca son el aperitivo de lo que viene dentro de una semana: las urnas en Renania - Westfalia, el principal land o región alemán, el más industrializado y en el que de verdad veremos si el partido de Merkel retrocede o no a favor de los socialdemócratas, con los Verdes y el Partido de los Piratas pidiendo un lugar en los gobiernos regionales.
En Italia bajan los grandes y suben los pequeños. Los electores están cansados de las mismas recetas y de los mismos nombres de hace décadas, con la crisis que obligó a marcharse a Silvio Berlusconi y llegar sin votos directos al tecnócrata Mario Monti, que se ha limitado a ajustar un país que en muchas cosas - incluídas las financieras - está peor que España.
En la menos conocida y más alejada Serbia y con la dimisión presidencial sobre la mesa - al igual que ocurrió en Holanda y por los mismos motivos, no gozar de la confianza de los socios de gobiernos para llevar adelante las medidas que quería y quiere imponer Bruselas, el BCE y el FMI - los partidos de izquierdas y los neo nazis consiguen mayorías parlamentarias que pueden impedir la aplicación de esas medidas.
Y queda lo más inquietante y recurente: la situación de Grecia. La fragmentación en las urnas es evidente. Ninguno de los partidos pasa del 20 por ciento, con el centro derecha por delante pero viendo muy cerca al resto. Es más, puede que las coaliciones post electorales cambien por completo al Ejecutivo de Papademos y se vuelva a la ortodoxia democrática de un dirigente elegido y no un tecnócrata designado desde el parlamento.
Muchos cambios que pueden favorecer a nuestro país si nuestros gobernantes nacionales y autonómicos - y la oposición - saben jugar bien las nuevas cartas que se van a repartir tras la desaparición del binomio franco- alemán. Veremos.