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La derecha vuelve a cuestionar el liderazgo de Rajoy

Por Rafael Gómez Parra
La victoria pírrica del PP en Andalucía no solo ha significado la primera derrota de Mariano Rajoy, a los tres meses escasos de haber comenzado a gobernar, sino que ha provocado un verdadero ataque de pánico a la mayoría de los poderes fácticos de la derecha–especialmente en los medios de comunicación- que han arremetido, una vez más, contra el propio presidente del PP al que consideran gran culpable del fracaso de Arenas por motivos tan insólitos como el no haber controlado la televisión estatal –sometrida a una “secta al servicio del PSOE, dicen- o no haber hecho más sangre con los casos de corrupción de la Junta de Andalucía, ya que la mayoría de los andaluces “ni siquiera se han enterado porque no leen la prensa y la televisión no ha sacado nada”.
De ahí a volver a recuperar el adjetivo de maricomplejines para definir a Rajoy por parte de los tertulianos que se definen “orgullosos de ser de derechas” solo hay un paso. Parece claro que el líder del PP sigue teniendo problemas para ser considerado el adalid que reclama la derecha española a pesar de su contundente victoria en las elecciones generales del 20 de noviembre.

Esta parte de la derecha, que es la que tiene más poder mediático en estos momentos, no quiere ni oír hablar de que la “derrota” en Andalucía haya podido ser provocada por las duras medidas de subida de los impuestos y recortes laborales que el Gobierno ha impuesto en estos tres meses y se niegan a aceptar que Rajoy suavice las medidas que tenía previsto hacer tras las elecciones andaluzas.

Los más sensatos del PP, sin embargo, se han quedado con la imagen de un Javier Arenas desconsolado al conocer los resultados , escoltado precisamente por los dos ministros que han protagonizado las medidas más antipopulares: el de Hacienda, Cristóbal Montoro,, que ha subido los impuestos, y la de Trabajo, Fátima Báñez, autora de la contrarreforma laboral.

El fracaso del PP en Asturias no ha hecho más que agravar la posición de Rajoy en el PP por su empeño en rechazar a Francisco Alvarez Cascos que, para muchos de los ultraliberales del PP, como Esperanza Aguirre, es el tipo de líder que necesita la derecha española.

Si a todo ello sumamos el “desconcierto” que está produciendo también en las filas de la derecha esa extraña relación de amistad entre el PP catalán y los nacionalistas de CiU, parece imposible que el buque insignia que capitanea Rajoy con sus contramaestres: Soraya Saénz de Santamaría y Dolores de Cospedal, no vaya a sufrir serios desperfectos ante la tormenta que se avecina en medio de las exigencias de la Unión Europea de que se reduzca drásticamente el déficit, se controle el gasto de las Comunidades, casi todas gobernadas por el PP, con un incremento muy considerable del paro en este año y una caída de la economía española mucho más notable que en la época de Zapatero.

En nada se va a parecer este primer mandato de Rajoy con el que tuvo Aznar entre 1996 y 2000. En aquella ocasión la economía había ya comenzado a salir de la crisis, no hizo falta tocar los temas laborales ni a los sindicatos, y las pocas protestas y rebeldías de algunos dirigentes del PP fueron aplastadas por las buenas o por las malas, sobretodo cuando al cabo de cuatro años Aznar repitió victoria, ésta vez con mayoría absoluta. Fue entonces, libre ya de enemigos y cegado por su vanidad, cuando cayó en sus propios errores: el Prestige y, sobre todo, la Guerra de Irak.

Por el contrario, Rajoy ha tenido que mantener su liderazgo durante ocho años continuamente cuestionado por los ultra liberales del partido, a los que ha querido contentar con los nombramientos de Luis de Guindos (Economía) y de José Ignacio Wert (Educación y Cultura), y por los ultra católicos a los que está intentando alimentar Alberto Ruiz Gallardón (Justicia) con la contrarreforma de la ley del aborto. A los liberales, la subida de los impuestos y sobre todo, la no eliminación de plano de las empresas públicas (“sólo una veintena”, dicen los protestantes), les ha soliviantado un tanto. Los obispos están contentos con el cierre de la asignatura “Educación para la Ciudadanía” y la vuelta atrás de la ley del aborto, pero quieren que se derogue el matrimonio homosexual.

El espejismo de la sobre abultada victoria electoral del 20-N, con una mayoría nunca antes conseguida por la derecha española, ha durado bien poco tal y como preveían los dirigentes del PSOE, Felipe González sobre todo, que es el que convenció a Rubalcaba de que lo mejor era esperar a que el Gobierno de Rajoy se diera el batacazo durante el primer año de su mandato y después ofrecerle un Gobierno de coalición nacional contra la crisis para después presentarse a las elecciones de 2014 o 2015 como el “mal menor”. Para los líderes socialistas, la derrota del 20-N no son más que cosas del bipartidismo, como ocurre en Estados Unidos entre los Republicanos y los Demócratas. Y en esas está también Rajoy sino fuera por las “voces” que le reclaman acabar con los sindicatos y privatizar el Estado y que tienen especial incidencia en Madrid.

La fuerte derrota del PSOE en las últimas elecciones generales también ha abierto una brecha en el partido y en los últimos congresos, tanto nacional como regionales, se ha sentido un fuerte giro a la izquierda en sus ponencias, pero las divergencias ideológicas no llegarán nunca a ser tan fuertes ni tan profundas como las que se dan entre los líderes de la derecha, hoy un tanto apagadas por la victoria electoral de Rajoy, pero que vuelven a resucitar al más mínimo traspié, como ha ocurrido ahora con la “derrota” en Andalucía.

José Ignacio Wert, el portavoz de la derrota andaluza
Resulta muy curioso que Rajoy haya recurrido al ministro de Educación, José Ignacio Wert, para recorrerse los medios de comunicación y dar una respuesta extraoficial a lo ocurrido en Andalucía, donde el PP se ha quedado en 50 escaños de los 55 que necesitaba para gobernar en solitario frente a los 47 que ha sacado el PSOE y los 12 de IU. Las tres ideas que ha manejado Wert han sido que el fracaso no ha sido causado por Javier Arenas, sino que hay que echar la culpa a la alta abstención, especialmente en las localidades más turísticas –lo que ha provocado que algún tertuliano haya aprovechado para hablar mal de los andaluces que prefieren irse a la playa que votar- a la desmotivación de muchos electores del PP que creían que la victoria era coser y cantar , y en último lugar a las medidas tomadas por el Gobierno contra la crisis.