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El equilibrista en La Moncloa

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Mariano Rajoy es el líder indiscutible del Partido Popular y como tal se ha presentado en Sevilla para gozar de los aplausos y los halagos de unos dirigentes que se han rendido a la evidencia del poder
Atrás han quedado las dudas, las críticas soterradas, incluso las zancadillas de los compañeros que soñaban con el pasado de José María Aznar y las formas de dirigir de éste. Todo es historia: el registrador de la propiedad ha tardado tres convocatorias electorales para alcanzar el poder pero lo ha alcanzado y puede presumir de haber ganado a José María Aznar en todo: en votos en las urnas, en liderazgo interno, en mayorías absolutas, en Ayuntamientos y Autonomías gobernadas por el PP; y al igual que el ex-presidente cuando venció a Joaquín Almunia en el año 2000, con un PSOE en la oposición, desmembrado, con luchas internas en todas las agrupaciones, y con un país que se cae a pedazos víctima de la mayor crisis económica de la democracia. Si hace 20 años y también en Sevilla el político que quiso centrar al partido tras el liderazgo de Manuel Fraga, y puso en manos de éste la famosa carta de dimisión sin fecha, cambió toda la estructura interna "jubilando" a todos los vicepresidentes y dejando que el rocoso Francisco Alvarez Cascos impusiera la disciplina que le llevó a tener el apodo de "general secretario"; su sucesor ya no tiene necesidad de buscar el centro, ni de imponer el ordeno y mando, ni de cambiar de forma radical los órganos de gobierno del partido. Puede eso sí, y lo ha hecho, poner de relieve y con todo esplendor sus condiciones de gran equilibrista, con dos mujeres de contrapeso a las que no les tiembla la mano a la hora de dejar bien claro quien manda, ya sea en el partido o en el gobierno. Aznar, tras perder honrosamente las elecciones generales de finales de 1989 frente a Felipe González, obtuvo un 96% de apoyos en el Congreso del PP; Rajoy, tras ganar para su partido unas nuevas elecciones con mayoría absoluta frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, ha conseguido el respaldo del 97, 56% de los compromisarios, más de trece puntos más que lo conseguido en el difícil Congreso de Valencia, y doce décimas incluso por encima de la totalidad de su Junta Directiva, para que quede bien claro que el líder está por encima del equipo. Es el premio a la paciencia y a una forma de "correr" en política que tiene mucho de uno de sus ídolos del ciclismo, Miguel Indurain, nada dotado para los demarrages espectaculares como los de Pedro Delgado o Alberto Contador, pero capaz de doblegar a los adversarios a base de mantener el mismo ritmo en todo tipo de escenarios. Dice Rajoy, y no se cansa de repetirlo mil veces, que todo lo que hace es previsible. Es verdad. Son más que previsibles sus silencios, sus largas esperas ( para los demás), sus aparentes decisiones de última hora, su forma de ejercer el poder ( que lo tiene ) delegando mucho pero colocando en cada uno de los escalones a varios competidores para que ninguno esté tranquilo o crea que es el "dueño del peldaño". Reina aparentemente impasible, consulta con sus oráculos ( el principal "Merlín" Arriola ) y deja que en la corte palaciega del partido y del gobierno crezcan las intrigas, las dudas, los deseos y las ambiciones siempre que estas no le alcancen. En lugar de registrador de la propiedad podría haber sido químico ( como su oponente Rubalcaba ) dado el control que tiene de la alquimia política, rindámonos a la evidencia. Mantuvo y alentó el trabajo y las esperanzas de sus dos abogadas del estado mientras estuvo en la oposición: una en el grupo parlamentario de cara a un futuro gobierno; otra en el partido y en la lucha autonómica para arrebatarle al PSOE uno de sus feudos históricos. Ha premiado a las dos, a Soraya y a María Dolores. Sáenz de Santamaría es vicepresidenta y portavoz del Ejecutivo; Cospedal es secretaria general y portavoz del PP y además presidenta del partido y del gobierno en Castilla la Mancha. Dos estandartes de futuro condenadas a chocar por sus legítimas ambiciones dentro de unos años. Una de ellas será casi con seguridad presidenta del gobierno de España. Los tres vicesecretarios son más de lo anterior: Javier Arenas es insumergible y tiene todas las papeletas para presidir la Junta de Andalucía y es de esperar que se mantenga en el nivel que ocupa en el partido, todo sea por el ejemplo de Cospedal; Carlos Floriano es la baza personal del presidente, nombre inesperado si tenemos en cuenta que hasta el Congreso de Sevilla estaba a las órdenes del tercer vice, Esteban González Pons al que se le premia dejándole donde estaba pero apartado del día a día. Un premio que parece un castigo, que puede ser provisional o temporal tal y como lo ha sido el alejamiento, que ahora termina, de Ignacio González del Comité Ejecutivo,. Equilibrado este "rescate" del número dos de Esperanza Aguirre con el nombramiento de Lucía Figar y el mantenimiento de coordinador del PP en el exterior de Alfredo Prada. De la misma forma que es un premio a él mismo y a Alberto Ruiz Gallardón la condición de coordinador de Manuel Cobo, la persona más fiel al actual ministro de Justicia y ex alcalde de Madrid, que de la noche a la mañana se "quedó" sin la secretaría de Estado de Defensa, que era para lo que se había preparado, incluido un primer viaje a Afganistán en las últimas Navidades. Si miramos al resto de los ocho coordinadores veremos que ese gusto por los equilibrios está muy presente desde Vicente Tirado a Juan Carlos Aparicio, y desde Juan José Matarí a José María Beneyto y José Ramón García Hernández, con otro "damnificado" que permanece donde ya estaba, Juan Carlos Vera, una persona del "aparato" del partido que parece haber chocado con una pared de cemento. Al reservarse la presidencia de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, Rajoy también imparte equilibrios entre Luís de Guindos y Cristobal Montoro; y entre lo que es la estructura interna del PP y el mundo exterior de la empresa y las finanzas. Para darle más emoción a este juego de gatos y ratones, el presidente se ha llevado a La Moncloa a Alvaro Nadal, una especie de "pepito grillo" que alertará al jefe sobre lo que hagan o deban hacer los ministros económicos, sabiendo además que el hermano del jefe de su Oficina, Alberto Nadal, es vicesecretario general de la CEOE. Seguir el rastro o hacer el mapa interno del Partido Popular en el poder a través de los apellidos y parentescos familiares es otra de esas tareas que permiten adelantar acontecimientos, apoyos u oposiciones en la tarea de gobierno: los clanes en los partidos, al margen de la procedencia ideológica que se da en el PP desde su fundación como AP entre liberales, cristianos y los llamados "orgánicos" por su eclecticismo doctrinal, son auténticas máquinas de colocación de cara a la utilización del poder. Otra historia para otra crónica.