Nada ha cambiado y nada quieren cambiar. Ninguna de las posturas es viable por sí sola y la menos realista y más alejada de un futuro posible y de una paz, que como todas las que llegan tras una guerra será más injusta para una de las partes, es la del presidente ucraniano y de la mayoritaria representación de la UE. Pretender que Putin abandone Crimea y los territorios que mantienen sus tropas en el Este del país, y que además el dinero incautado a los oligarcas rusos tras la invasión se utilicen como compensación a Kiev y para ser utilizados para rearmar a Europa, con tropas que se instalen en Ucrania, es un disparate. No va a pasar y lo malo para los ciudadanos europeos es que sus líderes lo saben.
El mal profundo está en la economía y en el disparate de un desarrollo que ha llevado a la deuda mundial a estar por encima de los tres trillones de dólares y con cada país debiendo a los llamados bancos centrales cantidades que nunca podrán ser pagadas. La deuda ahoga a Estados Unidos, de ahí las medidas tomadas por Trump, que incluyendo un descenso del valor del dolor y un aumento del valor del oro, junto a una reducción drástica del gasto en todas las partidas del Presupuesto, incluyendo la aportación a la OTAN.
Si Europa quiere convertir a cada país en un productor acelerado de armamento para ocultar la ruína en la que se encuentra terminará desencadenando un conflicto global. Lo exigible sería contar la verdad a los ciudadanos y decirles que ya no se puede fabricar más dinero ficticio y que no se puede mantener el mundo feliz, con derechos sociales, ambientales, educativos, laborales mientras se aumentan las inversiones en armas. Si es complicado llegar al dos por ciento del PIB europeo en este año, alcanzar el tres por ciento en 2026 y llegar al cinco en los próximos tres años, sin que se resienta el resto de la estructura social de cada país es mantener la política del avestruz, basada en el engaño y en el bombardeo intensivo de las mentiras.
Decir sí a todo lo que parecen proponer Trump y Putin, con matices entre ellos, sería un error; pero decir no a todo e insistir en que Ucrania regrese al año 2018 es un imposible. Ucrania ya no era en se año la Ucrania que nos vienen vendiendo desde hace siete años, era un país en la que la guerra civil en el Donest era una realidad, al igual que fueron una realidad los dos golpes pala ciegos que se dieron y que terminaron llevando a Zelensky al poder.
El intento de esta Europa que empieza en Alemania y llega hasta España, que no es la de los 27 países que integran la UE, a la que podemos añadir a la destrozada económicamente Gran Bretaña, es una estafa a los ciudadanos. Producto del evidente miedo de sus dirigentes a contar la verdad, por cruda y dura que sea, que lo es. De nada valen los gestos propagandístidos, ni las tournés mundiales de Zelensky, que le llevan a pasar en pocas horas de Sudáfrica al Vaticano para seguir hablando de lo mismo con los mismos. Una opera bufa representada sobre el féretro de un Papa que les hubiera expulsado a todos de la Basílica de San Pedro y sus alrededores.