Por imaginación que no quede. Dado que no puede regresar a Cataluña sin pasar por el juez y muy presumiblemente por la cárcel, el expresidente de la Generalitat y los “cerebros” que le acompañan creen haber encontrado la fórmula para cumplir sus deseos y, al mismo tiempo, intentar cumplir con la legalidad española, con la Constitución y con el Estatuto, ya sea con el viento a favor de Sánchez o con el viento en contra de Feijóo. Incluso está dispuesto a bajar el velamen de su inestable fragata para colocarse a la altura del otro velero, el de Junqueras, con tal de llegar a la añorada Itaca de sus sueños republicanos.
Se trataba y se trata de crear un minigobierno en Bruselas, con un miniequipo y un mini Parlamento que “gobierne” en la distancia debatiendo y aprobando leyes autonómicas, y que luego en la capital catalana se traslade todo ese conjuntoi al día a día, ya sea por Borrás o por Aragonés. La singladura del independentismo cuenta con varios capitanes deseosos de ponerse al timón y cumplir las órdenes del contralmirante destinado en tierra belga.
En ese ensueño de laboratorio, Puigdemont y su gobierno en la capital belga se reuniría todos los días - no sabemos dónde - las consejerias y los consejeros que las mandaran desde Bruselas estudiarían los temas de sus respectivas competencias, y en contacto con el presidente real, el gobierno real y las consejerias y consejeros reales en Barcelona aplicarían esas líneas de actuación. Y en cuanto al parlamento autonómico, lo que no sabemos todavía es sí en Bruselas habría una representación de las tres formaciones que conformarían el nuevo Ejecutivo, desde Junts y ERC a la Cup, y que los debates de allí se intentarían replicar aquí. Allí sin confrontación con la oposición y aquí con la oposición hablando con el espejo. Siempre el retrato escondido, por supuesto.
La situación es tan surrealista y lo seguirá siendo que es difícil tomarse en serio la idea, pero visto el devenir de la crisis catalana, todo es posible. Pensemos que la tecnología permite lo que hasta hace poco parecía casi imposible y hasta increible: en cada despacho de la Generalitat podría haber una terminal de ordenador y el presidente y sus consejeros llevar en su terminal móvil a su alter ego en Bruselas con el que mantendría de forma constante un diálogo de gobierno. Dos por el precio de uno.
Un poco más complejo sería mantener esa política de espejos en el Parlament, pero nada impediría que se instalaran pantallas en la bancada del gobierno y junto a los portavoces del Ejecutivo y los partidos que lo apoyaran esas bicefalias funcionaran. Todo un experimento a exportar no sólo a Europa, almundo entero.
Cabe la duda de si sería legal o no que los clones hablaran y defendieran las propuestas emanadas desde Bruselas, pero podemos estar ante una nueva forma de hacer política que inaugure el futuro y no sólo en España.
La imaginación no tiene fronteras, ni límites y está claro que los políticos catalanes están dando buena prueba de ello. En esa realidad paralela que se quiere montar falta la cobertura económica, la forma en que se cubrirían los costes de esa duplicidad. Una compleja operación que, a lo mejor, se queda en una mera operación de laboratorio y de imagen, para contentar al expresidente y a sus votantes, y para avanzar en la realidad política en la Cataluña real. Asía tendríamos un gobierno real sin la amenazante sombra del articulo 155 de la Constitución, forzando la realidad catalana y con un horizonte de normalidad, sin que ello signifique que se abandonen los deseos de independencia republicana.
Los mismos que tenían antes de que empezaran a tambalearse todos los principios que se mantuvieron en pie constitucional desde hace mas de cuarenta años. Y uno de esos caminos que, con paciencia jurídica, los hoy encarcelados recuperen la libertad hasta el inevitable juicio, para satisfacción del presidente en funciones y nuevas oportunidades de bombardeos públicos desde todo el Estado contra la izquierda.