Suena el gong: ¡empiezan 140 días de campaña!
Empieza esta semana el curso político, como siempre después de la Pascua militar, que este martes inaugura una nueva tarea de Felipe VI. Y el curso empieza...con una larga precampaña que desembocará en la primera fase de las elecciones, el 24 de mayo. Nos quedan, pues, ciento cuarenta días de (pre)campaña, en la que se utilizan desde los buenos datos de desempleo conocidos este lunes hasta, para contrarrestar, la (mala) calidad de los trabajos creados. Contra lo que suele decirse, creo que estos períodos previos a las elecciones, cuando se elaboran programas y se hacen promesas, son, globalmente considerados, positivos, pese a que tales programas no se cumplan en su totalidad ni esas promesas tengan, la mayor parte de las veces, plasmación en la realidad. Pero siempre queda algo de trigo envuelto en la paja de las acusaciones de sal gorda, de las mentiras, de las falsas acusaciones, de la demagogia. Es como las cartas a los reyes magos: nunca se satisfacen del todo las peticiones, pero...
Ahí están, por ejemplo, las nuevas reivindicaciones sociales lanzadas por aspirantes a algún tipo de victoria en estas elecciones: la última, que todos los enfermos de hepatitis C tengan acceso a los medicamentos más avanzados, independientemente de su coste. Ahí están Susana Díaz o Tomás Gómez tratando de liderar esta exigencia, a la que seguirán otras relacionadas con la educación, con los desahucios o con las protestas de los estafados con las preferentes. Algo bueno para la sociedad acabará saliendo de todo ello, esperemos.
Se entiende la preocupación con la que los principales partidos abordan esta primera fase electoral, que se continuará con las generales de noviembre: las encuestas siguen arrojando previsiones más que optimistas para una formación que, como Podemos, irrumpe con fuerza también en los medios de comunicación, sea a favor o, más generalmente, en contra. Resultaba sorprendente ver que los nuevos responsables locales de Barcelona o Sevilla, Marc Bertomeu o Teresa Rodríguez, respectivamente, adquirían un súbito protagonismo en las últimas horas tras ganar las elecciones primarias en su partido. Ambos, por poner apenas dos ejemplos, se convertían casi en las principales alternativas al poder constituido en esas comunidades. Y eso que ni siquiera son (aún) formalmente candidatos, y tal vez ni siquiera lleguen a serlo. Eso ocurría mientras los máximos responsables políticos del país seguían con unas largas vacaciones, jaleadas desde los círculos gubernamentales como excepcionalmente buenas para el comercio y el turismo. Ah, esas fotos con largas colas de esquiadores...
Lo que ocurre es que no todos los ciudadanos parecen sentirse en el mejor de los mundos ni aceptan unánimemente que la recuperación económica es ya un hecho consumado, tal y como advierten, con cautela, algunos medios internacionales del prestigio de 'The Economist' en sus previsiones para 2015. Y los datos preocupantes relacionados con la corrupción no se paran en el hecho de que existan en estos momentos dos mil imputados y más de ciento cincuenta casos pendientes en los juzgados: el Tribunal de Cuentas, y este ha sido el último aldabonazo, ve indicios de delitos en las cuentas de todos los partidos políticos durante 2012. ¿Cómo extrañarse, así, del auge de una formación que reclama una total -y peligrosa, a mi entender-ruptura, sin más, con el pasado, con todo el pasado?
Tengo para mí que esta larguísima 'campaña' va a estar plagada de discursos acerca de la lucha contra la corrupción, la austeridad en el gasto público y la introducción de nuevas formas para gobernar a los ciudadanos. El partido gobernante, el PP, es quien más tendrá que variar el discurso que ha venido manteniendo hasta ahora y, de hecho, aseguran que en la próxima junta directiva nacional, que llevaba meses sin convocarse, se tocará a rebato para intensificar la sensación de transparencia, de accesibilidad y de simpatía. En el PSOE, Pedro Sánchez, que regresa, también me aseguran, con nuevas ideas y propuestas concretas de actuación, tiene ante sí una primera tarea, consistente en ilusionar a los propios antes de ir a la conquista de los 'ajenos'.
Veremos cuánto duran los buenos propósitos. Puede que algunas formaciones, algunos líderes políticos, estén ante su última oportunidad de recuperar esa ilusión y la confianza perdidas por unos ciudadanos que han visto muchas precampañas, campañas y poscampañas llenas de palabras altisonantes y después, casi nada o bastante poco. Ha empezado la carrera. Hagan juego, señores. Y esperemos que, para los simples mortales, no quede todo en una mera carta a los reyes magos, que prácticamente nunca, insisto, nos traen todo lo que les pedimos.