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Lucía frente a José

Lucía frente a José
lunes 02 de marzo de 2015, 13:22h
Es inteligente y ha dado sobradas muestras de ello. Es guapa, basta con mirarla. Lleva en cargos políticos desde que cumplió 23 años, recién parida por esa fábrica de cerebritos que es Cunef. Lucía Figar, hoy es ministra madrileña de Educación y le ha dicho al rector Carrillo, de nombre José y matemático acreditado, que nones, que no puede convocar elecciones al cargo por un embrollo de artículos en ese laberinto que es la Universidad. Tiene a José María Aznar en su santoral, con su antiguo jefe, Alejandro Agag a un lado, y a su marido, Carlos Aragonés, al otro, una Santísima Trinidad a la que encomendarse en épocas pasadas del PP de cara a conseguir un buen futuro. Hija de empresario del denostado ladrillo y emparentada con almirantes, Lucía tiene sólo un defecto para llegar a los grandes sillones de mando: no sabe sonreír. Tal vez este pecado venial tiene su origen en su propia juventud al llegar a los cargos, ese " parecer mayor" con el rictus de la boca siempre hacia abajo. Hasta reír se aprende y con los cuarenta en el DNI ya puede ser presidenta a escala madrileña. Patearse la calle y hacerse fotos con los paisanos ya requiere más esfuerzo.

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