Ya está: el Gobierno ha abdicado de sus valores obligado por las circunstancias o, si quieren, por un orden de cosas que se superpone a esos valores y los hace, ha quedado claro, inviables, hoy por hoy y a lo que parece durante mucho tiempo, inviables. ¿Errores? Claro, muchos y graves. No son la única causa de que ahora nos enfrentemos, además de a la tragedia del desempleo, al notable deterioro de la calidad de vida de la gente y lo que te rondaré. Pero han contribuido a que estemos donde estamos. Mucho.
En la comparecencia de Zapatero en el Congreso se escuchó que había cedido a las presiones internacionales tras desoir reiteradamente las advertencias que se le habían hecho en casa. Formalmente es así. Solo que no hay tales presiones: o estamos en Europa con todas las consecuencias o no estamos y, en cuanto a la conversación con Obama del martes 11, el propio presidente americano las ha desmentido y no se me alcanza qué razón podría haber para negarlas de haber existido: ¿también presionó a Merkel y a Sarkozy en conversaciones telefónicas mantenidas días antes? Por lo que respecta a las advertencias domésticas para que actuara antes, es responsable de sordera grave y hasta de soberbia, pero ya nunca sabremos qué hubiera pasado de atenderlas.
Ahora estamos en donde estamos. Y se dice: "todo esto tendrá un alto coste político para el presidente, su Gobierno y su partido" Pues si, se lo ha ganado a pulso y sus conmilitones (los Pajín, los Blanco, etc) nos harían a todos un favor si no trataran de insultar la inteligencia de la gente con discursos orgánicamente pueriles como suelen.
Porque en realidad ahora la erosión política de Zapatero le importa un carajo al personal, más o menos lo que le importa la de la oposición. Cuando digo que es la hora de la política no es a eso a lo que me refiero.
Ahora tendremos a los funcionarios, a los dependientes y a los jubilados (a los sindicatos, ya veremos tras las primeras escaramuzas) muy irritados. Y, a no tardar por lo sucedido y lo que ha de venir, veremos como el consumo se retrae, los servicios públicos se deterioran, el crédito sigue sin despegar…
Ya no es ocasión de ofrecer a los españoles sangre, sudor y lágrimas, eso ya lo tenemos sin que nadie se tomara la molestia de anunciárnoslo con tiempo para digerirlo. Lo preocupante es, por ejemplo, que haya voces (¿cualificadas?) en las comunidades autónomas, como el presidente de Galicia que se apresuren a declarar que "Galicia no pagará el déficit público alarmante del Gobierno central generado por la falta de rigor de Zapatero" o el conseller de economía valenciano: "las comunidades autónomas no tienen por qué pagar las consecuencias de su mala gestión (la de Zapatero) y de su política de despilfarro" ¿No viven en el mismo país que yo? Si esa actitud llegara a hacer fortuna, personalmente me apuntaría sin dudarlo al carro de quien propusiera un nuevo modelo de Estado.
Vale, por si antes no había quedado claro en la historia, ya empezamos a pagar los de siempre los platos que otros rompen. ¿Pero será una vez más solos?
Es la hora de la política en Europa: la prioridad debe ser construir un gobierno económico ya. A los mercados se les calma de dos maneras: o dándoles lo que piden o enseñándoles los dientes; personalmente, prefiero lo segundo porque lo primero me lo impide mi religión, laica y civil, por supuesto.
Es la hora de la política en España.: ningún partido en la oposición puede aritméticamente descabalgar al que gobierna, ni está en disposición de alcanzar pactos que saquen de la escena al actor principal de este drama, ni nadie tiene el refrendo moral suficiente de la parroquia, más bien harta de todo y de todos. No hubo pacto de Estado en su momento por la falta de generosidad de unos y de otros. Pero esto que empezamos a vivir ahora, no en los titulares de los periódicos sino en nuestras carnes, es una emergencia nacional. El esfuerzo que se nos pide necesita, exige, el de los otros, el de los que más tienen, el de los que sí tienen responsabilidad en la crisis, el de la pléyade de asesores, cargos de confianza y otras rémoras; necesita, exige, la eliminación de lo que no es imprescindible en la pesada maquinaria del Estado (del Estado, esto es, en todas las administraciones) y la aportación de quienes, desde el sector privado, pueden hacerlo.
Agradecemos que el Gobierno se baje el sueldo; estaremos reconocidos si también los hacen los diputados nacionales y los autonómicos, los senadores y hasta los alcaldes y diputados. Pero necesitamos más. Necesitamos que se concierten de una maldita vez y se olviden de las elecciones: somos nosotros, los españoles, los que les votamos. Y eso es lo que ahora les pedimos.
otras opiniones >>