Un tandem imposible y una "pinza" virtual

02/02/2010.- Difícil se antoja que reine la paz en la casa del Partido Popular. Sintiéndose ganadores de los próximos comicios municipales y autonómicos, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, éste último con más ahínco que la presidenta, bien es verdad, se esfuerzan en mostrar un partido sin fisuras, en el que sus dos principales popes madrileños caminan de la mano.

Un tándem que no resulta fácil de mantener estando de plena actualidad el “affair Cobo”, asunto que tantas ampollas levanta en el círculo de la presidenta madrileña.

Tras la suspensión de militancia del vicealcalde capitalino por sus acusaciones hacia el entorno de la lideresa en la batalla de Caja Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, al menos por el momento, se resiste a hacer acuse de recibo al órdago lanzado por la presidenta del PP, sobre la inconveniencia de que Cobo repita en la lista de los populares al Ayuntamiento de Madrid.

El balón de las desavenencias lo ponía en juego la mano derecha de la presidenta, Ignacio González, para que a renglón seguido Aguirre tirara a la portería capitalina. Ni el alcalde ni su alter ego han dicho esta boca es mías sobre el asunto, si bien Cobo ha devuelto otra pelota envenenada hacia su jefa de filas en el PP madrileño, pillada in fraganti por los micrófonos reflexionando sobre el reparto político de esa deseada tarta que es Caja Madrid. Desliz en el que Aguirre se felicitaba por haber podido quitar un puesto al  “hijoputa”. A partir de ahí, arduo empeño periodístico y político por descubrir la identidad del protagonista de la descalificación, sobre el que hay cierta coincidencia que lleva el nombre del alcalde de Madrid.

Aguirre y Gallardón se retrataban la pasada semana como un dúo invencible, y con propósito de enmendar sus desencuentros, ante Mariano Rajoy al que prometieron revalidar su triunfo en el feudo madrileño como peldaño para que alcance La Moncloa en las próximas generales. Cierre de filas entorno al líder, ante una realidad que comienza a ser clamor en las encuestas y en la calle como es la del desgaste que la crisis está inflingiendo en el Gobierno socialistas de Rodríguez Zapatero. Buenos propósitos que naufragan una y otra vez por deslices verbales de unos y otros. Inconveniencias que por chocante que parezca alimentan otras batallas como la que se libra de forma más o menos soterrada entre el PSOE de Tomás Gómez y la Izquierda Unida de Gregorio Gordo.

El que Aguirre se congratulara de que el puesto en la Caja madrileña hubiera ido a manos de IU ha servido para reforzar la teoría que se trabaja en el PSM acerca de que la coalición anda en una operación de pinza política con el PP.

Una idea que comenzó a fraguarse en las filas socialistas cuando IU alcanzó el primer pacto de estabilidad con el Gobierno de Aguirre sobre Caja Madrid, acuerdo que el PSM se negó a suscribir, bien es verdad que luego ha rubricado otro a bombo y platillo en la misma línea, interpretando como una afrenta que Gordo quisiera garantizar la representación de su formación en esta entidad bancaria.

A partir de aquí, Gómez ha impuesto distancia con la dirección de IU, tanta que ha hecho oídos sordos a los repetidos emplazamientos que le ha dirigido Gordo para mantener un encuentro político entre ambos. Un rechazo que algunos se han cuidado muy mucho que encuentre justificación alimentando la idea de que en la política madrileña se fragua una “pinza” similar a la de la época de Julio Anguita.

Una unión virtual que curiosamente el PSOE resucita siempre que Izquierda Unida actúa sin seguir las pautas que marcan los intereses socialistas, obviando, sin embargo,  la escasa generosidad con que se ha comportado el partido de Gómez hacia sus aliados naturales en otros repartos de poder como el del Senado, por poner sólo un ejemplo.

Sea como fuere, la falta de sintonía entre Gómez y Gordo ha ido in crescendo conforme había una aproximación del secretario general del PSM hacia la parte crítica de IU, es decir hacia Inés Sabanés y Fausto Fernández. Situación que infringe un indudable castigo al liderazgo de Gordo, pero que, sobre todo, envenena un posible entendimiento para conformar un hipotético gobierno de izquierdas.

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