El 12 de mayo los partidos independentistas tendrán que decidir su futuro y todo dependerá del resultado electoral donde, al igual que ocurrió con los comicios generales españoles del 23 de julio, todo puede depender de lo que decidan los partidos pequeños, como En Comú o la CUP, siempre pensando que tanto el PP como Vox no den ninguna sorpresa al estilo de lo que consiguió Ciutadans en 2017, que luego no les sirvió para nada.
Si Puigdemont logra sobrepasar a ERC, que nunca ha ganado unos comicios catalanes, Oriol Junqueras y Aragonès tendrán que decidir si darle la Generalitat y quedar ellos en segundo plano, repitiendo así la situación que se dio a partir de 2015 y que abrió la batalla por la independencia, primero con Artur Mas y luego con Carles Puigdemont, o si por el contrario deciden retornar a los gobiernos de izquierda que se dieron con Pascual Maragall y José Montilla entre 2003 y 2010.
Lo que parece imposible es que tanto Puigdemont como Junqueras puedan gobernar en solitario, uno u otro, como está haciendo Aragonés en la actualidad gracias al apoyo de Salvador Illa con el visto bueno de Pedro Sánchez, en aras de la reconciliación
Una victoria de Aragonés salvaría los muebles de Sánchez que lo ha cifrado todo a la Amnistía catalana y no digamos si finalmente Illa puede convertirse en presidente o incluso en simple vicepresidente de la Generalitat. Este sería el panorama que daría la razón al secretario general del PSOE que se la ha jugado todo a esta carta.
El otro escenario posible, el que Puigdemont recupere la Generalitat no puede salir bien para Sánchez por mucho que se empeñe en confiar que Junts entre en el senda de la Constitución española y se avenga a dejar su petición de referéndum a “calendas griegas” que es lo que han hecho Junqueras y Aragonès hasta ahora con todo eso de la mesa de negociación pactada con Sánchez que luego se disolvió como un azucarillo.
Pensar que Puigdemont va a dar por bueno recuperar la generalitat y dedicarse solo a volver a la casilla de partida que fue la reclamación de unos Presupuestos catalanes al estilo de los vascos, es muy voluntarioso por parte de Sánchez e Illa, pero poco verosímil. Los grandes empresarios catalanes, muy debilitados por las compras de las multinacionales y por la decadencia familiar, siguen apoyando a Puigdemont y no a ERC, un partido que recibe sus votos de la intelectualidad catalana y de gran parte de los descendientes de los “charnegos” llegados principalmente de Andalucía y Extremadura.
En los últimos años, Esquerra ha intentado hacerse con un nuevo empresariado formado al amparo de las subvenciones de la Generalitat –lo mismo que ocurre en otras autonomías, como Galicia, por ejemplo-, logrando incluso tomar las Cámaras de Comercio locales e introducirse en asociaciones empresariales medianas, pero con poco éxito en las cimas más altas., donde Junts sigue teniendo sus apoyos, lo mismo que el PNV en el País Vasco.
En todo este revoltijo partidista, la solución final puede recaer no en los tres grandes partidos, Junts, PSCy ERC, sino en alguno de los pequeños, como la CUP o En Comú, el partido de Ada Colau, que en estos momentos no se sabe muy bien en que posiciones está después de que se negase a aprobar los presupuestos catalanes pactados entre Aragonès e Illa.