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¡Se amen, coño!

¡Se amen, coño!

Este descalabro de relaciones humanas empezó cuando la gente, en vez de hablar cara a cara empezó a mandarse whatsapp o a enterarse por Internet

Patrick Hutchinson lleva a un extraño herido a un lugar seguro durante las protestas de ayer. Es fácil concentrarse en los peores instintos del comportamiento humano, pero es vital que también celebremos lo mejor.
No sé si se han parado a pensar por qué hay gente que odia a otra gente, de la que desconocen casi todo, simplemente porque han escuchado o leído algo negativo en un medio de comunicación, o porque creen que simbolizan lo contrario de lo que ellos piensan.
La vida de una persona no puede resumirse en un titular de prensa, en un “total” de televisión ni tampoco en un “corte” de radio, y mucho menos en un rumor o un bulo, y sin embargo cada día nos bombardean estereotipos sobre personajes con los que jamás hemos cruzado una sola palabra, pero de los que somos capaces de opinar – generalmente mal – sin que nos molestemos en descubrir alguna faceta suya que sea positiva, o en comprobar si lo que se publica sobre ellos es cierto.
Este descalabro de relaciones humanas tuvo su origen el día que la gente, en vez de hablar cara a cara en torno a un vaso de vino y el humo pernicioso de un cigarro, empezó a mandarse whatsapp o a enterarse de los asuntos y las opiniones de los demás por Internet. La vida real se convirtió en ficticia, la razón se rindió ante la propaganda, la comunicación se hizo a distancia y la ausencia de hambre de piel pervirtió la magia del sexo.
Desde entonces ha ido creciendo una sociedad de pajilleros ideologizados que mal viven en la soledad de su estrecho círculo, se creen reyes de un imperio o dioses de la humanidad sin moverse del sillón que les esclaviza a una pantalla de ordenador, y no se dan cuenta que se están muriendo poco a poco de odio y de asco, sin necesidad de mirar la cara o escuchar la voz del enemigo que han elegido. Son rehenes de su propia intolerancia y víctimas de una maldición cíclica que ha regresado con fuerza en el primer cuarto del siglo XXI, pero lo más triste es que nadie se acordará de ellos cuando hayan muerto.
Este fenómeno lamentablemente es universal porque han confluido en una misma época los peores líderes mundiales con el nivel más bajo de exigencia democrática por parte de las sociedades. Por eso, si esto no se remedia, no hará falta una nueva pandemia para que el mundo se vaya a la mierda.
Esos días estamos viendo por televisión una violencia inusitada de gente con más músculos que inteligencia y más odio que compasión que agreden a mujeres y hombres de otra raza y no faltan testigos que graban esas escenas sin mover un dedo por defender a la víctima o para llamar a la policía a fin de que detenga esa ignominia. Lo dicho : “El olvido nos aguarda a la vuelta de la esquina”.

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