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Como la cornada de un buey

Por José Manuel Pazos

Asomarse a las páginas internacionales de la prensa es entrar en un desfile de protestas y revueltas sociales en diversas partes de mundo. América Latina es el área que concentra el mayor número de conflictos, destacando sobre todos el caso de Chile, una de las economías de mayor progresión en las últimas décadas. Un país que ha visto crecer su PIB per cápita un 150% desde el comienzo de siglo, frente al 60% de España en el mismo periodo, no ofrece razones en apariencia que justifiquen el nivel de violencia, alteración de la actividad cotidiana y destrucción de infraestructuras que se está registrando. Las crónicas internas hablan de que la actividad comercial en la capital apenas alcanza el 12% de la actividad normal, y las previsiones, para una economía que creció más de un 4% en 2018 ya apuntan a una fuerte contracción de la inversión para 2020 (7%), destrucción de empleo (300.000) y la contracción de su PIB. De pronto y en apenas dos meses desde que estalló la revuelta, la economía más sólida y estable de América Latina entra en caída libre. Acostumbrados a gestionar desastres naturales, en esta ocasión los daños son más difíciles de evaluar, simplemente porque a diferencia de un terremoto, no se vislumbra el final de las sacudidas.

LA BASE DEL CONFLICTO

Los desequilibrios sociales están en la base del conflicto. Datos como que un 50% de la riqueza está en manos del 2.1%, que un 80% de las pensiones están por debajo del salario mínimo, o que la mitad de los salarios apenas alcanzan los 500 euros al cambio actual, describen el panorama. Es una revuelta de la mayoría excluida, consecuencia de la negación del acceso a los beneficios del crecimiento de capas muy importantes de la clase media. También una advertencia de la rapidez con la que las condiciones pueden cambiar cuando el cuerpo social sufre un deterioro persistente en silencio aparente. Como la cornada de un buey.

REEQUILIBRAR EL CRECIMIENTO EN EUROPA

La presidenta del BCE en su primer discurso en el cargo, habla de que la política monetaria no puede ser “el único juego en la ciudad”. Reconoce que el crecimiento de la productividad en Europa es la mitad que en EE.UU. desde el principio del siglo. La recomendación de la líder del BCE es la de potenciar la demanda interna, impulsando la inversión pública y la armonización de los mercados para permitir equilibrar el peso del crecimiento entre las exportaciones y la demanda interna. Pero impulsar la demanda interna exige condiciones favorables para la inversión y para el consumo. En cada país las necesidades son específicas, pero las directrices deben de ser compartidas y los acuerdos respetados. Europa, en una crisis de liderazgo, carece de directrices, y tampoco los acuerdos son respetados. Abono claro para tesis populistas que se alimentan del debilitamiento del cuerpo social.

EL PAPEL DE LA COMISIÓN

Decía hace unos días el presidente francés en una entrevista en The Economist, que Europa está al borde del precipicio, con el riesgo de desaparecer geopolíticamente. Su intento de influenciar en la composición de la Comisión Europea es la opción alternativa a otra mucho más laboriosa y lenta de ir ganando partidarios entre los líderes europeos. Si la nueva Comisión, que debe de constituirse en las próximas semanas, falla, entonces, los indicios favorables que empiezan a adivinarse, y no solo en el comportamiento de los inversores, sino en los indicadores de actividad industrial en Europa, que ya ofrecen signos de sensible moderación del deterioro, no se consolidarán, y entonces comprobemos que también en Europa, hay bueyes.