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Garamendi copia a Fernando VII y se olvida de la Constitución
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Garamendi copia a Fernando VII y se olvida de la Constitución

jueves 21 de noviembre de 2019, 11:26h
La espesa red de intereses partidistas y personales que se ha tejido durante los últimos 40 años entre el mundo político y el mundo empresarial está en el centro de los problemas de corrupción que aparecen en los juzgados y en los medios de comunicación. Se empeñan los dirigentes de ambos lados en mirar hacia el pasado, y así hemos resucitado a Fernando VII y su “senda constitucional”.

Escucho al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, pedir a Pedro Sánchez que estudie otras fórmulas de gobierno en las que no estén representantes de Podemos y mucho menos que haya un vicepresidente llamado Pablo Iglesias y, con su apelación al sendero constitucional, no tengo más remedio que buscar en la historia de las Constituciones españolas las palabras que Fernando VII, de vuelta a España tras la derrota de Napoleón, dirigió a los que consideraba sus amados súbditos.

Al lado de su reconocimiento de que la Monarquía española estaba compuesta por “diversas porciones”, frase que aparece entre las 500 palabras que escribió o le escribieron, lo que ha quedado es un párrafo, casi al final del escrito, que merece que representantes políticos y empresariales lo lean con calma y aprendan del resultado final del mismo.

Aquella Constitución liberal que se aprobó en Cádiz en 1812, y que tuvo que aplicarse hast en tres ocasiones distintas por la lucha entre el absolutismo que deseaba el Rey y los deseos más que moderados de los ilustrados de entonces que deseaban que el poder residiese en el pueblo, sirvió de modelo para medio mundo, mientras que en España se la combatía por los defensores del Monarca.

Puede que el sendero del que habla Garamendi no sea el de Fernando VII, pero sus intenciones parecen la misma. Las elecciones sirven para elegir a 350 diputados, puestos de acuerdo la mayoría necesaria entre ellos, convertir a un candidato en presidente del gobierno. Y es en ese punto en el que el presidente de la patronal se olvida de la democracia, y abre las puertas a una injerencia en la vida política por parte de los poderes económicos, que es una de las causas de la situación actual y de los numerosos casos de corrupción que aparecen en los juzgados y en los medios de comunicación.

Fernando VII escribió y firmó el “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional, mostrando a Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderación en una crisis que en otras naciones ha sido acompañada de lágrimas y desgracias”. Don Antonio ha sido menos expresivo, tal vez por el desconocimiento del texto Real, el mismo que le obligaron a asumir el 10 de marzo de 1820, para de forma
Inmediata empezar a combatirlo con todas sus fuerzas.

Si mirar al pasado debería servir para no cometer los mismos errores y dejar a un lado la nostalgia, el resultado que salió de las urnas el pasado 10 de noviembre no es el mejor, ni mucho menos, para la estabilidad de nuestro país, pero mucho peor que un pacto entre dos o cinco fuerzas políticas que permitan formar un gobierno, totalmente legítimo, y del que se puede discrepar y cuyas decisiones se pueden combatir dentro del marco de la Constitución de 1978, es intentar combatirlo antes de nacer.

Si Pedro Sánchez consigue los votos necesarios para su investidura, y forma un Ejecutivo con miembros de Podemos, ambos apoyados por otros partidos más radicales en sus programas y con otras visiones sobre la estructura del Estado, el campo de batalla político debe estar en el Congreso, por un lado, y en el dialogo, más que en la confrontación, entre las distintas fuerzas económicas y sociales. Con libertad para cada una de ellas, pero con respeto a la esencia de la Constitución que tenemos hoy, que no es otra que otra que la aceptación de la suma parlamentaria para elegir a un presidente y a un gobierno.