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El miedo paraliza la elección de Susana Díaz

La presidenta en funciones de Andalucía estaba convencida de que alguno de sus contrincantes iba a terminar cediendo y permitir que gobernara. Su idea es que a nadie le interesa repetir las elecciones, empezando por el PP que podría acabar perdiendo más votos en favor de Ciudadanos, siguiendo por Podemos que parece haber tocado techo en el 15% del electorado, y terminando por el propio Juan Marín, el hombre de Albert Rivera en la región. Pero si todos los dirigentes de estos partidos tienen miedo a volver a las urnas, más lo tienen al que dirán sus eventuales votantes en los próximos comicios municipales, no solo en Andalucía sino en toda España. Así que el miedo paraliza cualquier posibilidad de elección de Susana Díaz y deja a Andalucía sin gobierno hasta después de24 de mayo y vaya usted a saber si al final no hay más remedio, por imperativo de la ley, que sacar de nuevo las urnas y ver qué partido es entonces el más perjudicado, porque todos piensan que serán los otros.

La historia de este embrollo está demostrando que ninguno de los cabezas de lista de los partidos andaluces tiene la suficiente autonomía para elegir si prefiere abstenerse ante la investidura de Susana Díaz o convocar nuevas elecciones, ni Juan Manuel Moreno (PP), ni Juan Marín (Ciudadanos), ni Teresa Rodríguez (Podemos). Todos tienen que someterse a lo que les digan desde Madrid o Barcelona por el miedo a provocar ese “efecto mariposa” que temen y es que una decisión, la que sea, en Andalucía, haga que pierdan las elecciones en Extremadura, Valencia o Asturias, por poner algunos ejemplos.

Los analistas políticos tradicionales estaban convencidos de que tras la ruptura con el bipartidismo, iba a llegar la hora de los pactos, pero Andalucía ha demostrado que las cosas están tan enconadas y el voto es tan volátil, que cualquier decisión en ese sentido puede provocar la caída en picado, como le ha ocurrido a la IU andaluza, pero también a UpyD, por todo lo contrario por no no mojarse con nada. En fin, que la política del final de la transición se ha convertido en una madeja donde los hilos se han cruzado tanto y tan mal que nadie puede desenmarañarla.