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¿Pero de verdad estaremos mejor dentro de cuatro meses?

Por José Manuel Pazos

Merece respeto que Tsipras no haya perdido mucho tiempo en defender lo indefendible, porque fue un gobierno igual de democrático que el suyo el que firmó unos acuerdos que solo incumpliendo y saliendo del euro puede eludir.

Defiende la ortodoxia empresarial que la deuda solo es buena cuando se dedica a inversión. Con otro enfoque, en las escuelas de negocios se nos ha enseñado durante décadas que la deuda es fundamentalmente un instrumento para abaratar el coste total del pasivo, cuyo fin último es elevar el ROE, es decir, la rentabilidad del accionista. “Salvo que seas pequeño accionista”, dirá con razón un ilustrado lector de esta nota que me recordaba hace unos días cómo se hizo la última ampliación de capital del mayor banco español. Imposible no darle la razón. “Las élites extractivas, que actúan de nuevo”, dirá otro, reforzando los argumentos del primero.

En todo caso, el papel de la deuda es objeto de análisis en cualquier debate y sobre todo en macroeconomía. Necesariamente tiene que considerarse el stock de deuda y cómo resolverlo. Afecta a todos, economías desarrolladas y en desarrollo. Ahí está, entre otros estudios, la más reciente edición del informe que sobre la evolución de la deuda en el mundo elabora McKinsey Global Institute recién publicado y que se pregunta sobre su evolución y sostenibilidad. No es muy optimista, por si quiere evitarse el paseo. Seguro que eso no le resulta nuevo.

Cada vez más actores de los mercados se posicionan contra el concepto de austeridad, que parece querer ser devuelto al averno luterano de los alemanes

Más nueva es la pretensión de no devolver esa deuda por considerarla ilegítima, algo que está en el germen de los movimientos políticos populistas que amenazan con procesos constituyentes imposibles en el actual marco europeo y que seguramente, llevados por el miedo, sirven para que cada vez más actores de los que forman parte de los mercados se posicionen contra el concepto de austeridad, que parece querer ser devuelto al averno luterano de los alemanes.

Hasta el jefe de análisis de un destacado banco suizo, que como muchas entidades localizadas en ese país básicamente gestionan fondos, se pronuncia contra la austeridad: “La austeridad está muerta”, afirma en una entrevista Christophe Donay, en la que además señala lo que en su criterio es el verdadero problema: el empobrecimiento de la población por la deflación. Un banquero suizo contra la austeridad. No sé, algo no me encaja.

Me encaja más, y me parece más respetable, lo de Grecia y su nuevo gobierno, que no ha perdido mucho tiempo en defender lo indefendible, porque un gobierno igual de democrático que el suyo firmó unos acuerdos de deuda que solo incumpliendo y saliendo del euro puede eludir. Al menos han obtenido cuatro meses para evaluarlo. Lo que ha conseguido de sus acreedores es que en lugar de que sean “las instituciones”, como se ha pasado a llamar a la Troika, las que impongan las reformas, sea el propio gobierno el que las proponga.

Lo más prudente es no dejarse arrastrar por los momentos de exceso de confianza que autoridades, banqueros, prensa o los propios mercados quieren que compremos

Ese plan ha de ser presentado hoy al Eurogrupo y ha de recibir aprobación, entre otros, del Parlamento alemán y después ha de ser cumplido, que si lo primero no está garantizado, para que hablar de lo segundo. Respecto a la postura alemana, “no votaremos un pacto podrido en los detalles” afirma la presidenta del grupo parlamentario de la CSU, el partido de la canciller Merkel. Respecto a lo segundo, como dice a sus ciudadanos el primer ministro griego, se avecinan graves dificultades, porque ya no solo el dinero sale a raudales del sistema financiero, algo que utilizó el Presidente del BCE para asustar a los acreedores, sino que a ver con qué detalles se llega a la reunión del Eurogrupo, cuando la propia viceministra de finanzas griega reconoce que no serán más de 9.000 millones los que se recuperen de los 76.000 millones de deudas de los contribuyentes que se habían comprometido.

Dudo que esto mejore en cuatro meses, de modo que en este tiempo va a ser difícil no seguir pensando que lo más prudente es no dejarse arrastrar por los momentos de exceso de confianza que autoridades, banqueros, prensa o los propios mercados quieran que compremos. Si todo va bien esta semana, el euro habrá comprado cuatro meses de vida extra. No es poco, pero eso es todo.