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Populismos, devaluación monetaria y devaluación 'real'

Por José Manuel Pazos

Si triunfan los populismos, el euro tardará poco en desaparecer y la responsabilidad no será tanto de los que los han elegido como de los que con su ceguera los han traído.

En España, la economía recupera portadas, ahora con aroma positivo. Los editorialistas se recrean en la mejora de los indicadores sin dejar de advertir sobre su fragilidad, el riesgo de complacencia o la amenaza del populismo, y las secciones de Economía se llenan de artículos que se centran en las favorables consecuencias de la caída del precio del petróleo o de la apreciación del dólar. Nadie que todavía lea un periódico puede dejar de saber que el petróleo baja y que el dólar “recupera el trono”.

Los análisis ya no traen pegada la brea del pesimismo de la que parecía que no había forma de desprenderse. Se revisan las previsiones al alza y se habla de tasas de crecimiento del 2,4% para 2015. En cuanto se haga balance, es seguro que la palabra recuperación habrá ya superado con creces a recesión en su aparición en la prensa escrita. Se habla de acuerdos sociales, de recuperar ayudas a parados de larga duración, e incluso el Gobierno se anima a declarar por finalizada la crisis. ¿Por qué no celebrarlo? Pero el problema en aceptar o no la mejora, que ahí está. El problema es otro.

Las devaluaciones monetarias solventaban los desajustes hasta la siguiente. En las devaluaciones reales no hay segunda oportunidad

Si algo evoca este resurgir es el de un panorama similar al que emergía poco tiempo después de que la economía fuera sometida en el pasado a una devaluación monetaria. Tenían las antiguas devaluaciones la doble virtud -si así puede calificarse- de llevarse a cabo en un solo fin de semana y de ser “justas”, en tanto que afectaban a toda la población, castigando por igual salarios, rentas y patrimonios. Para mayor confort gubernamental, las devaluaciones monetarias se podían repetir tantas veces como fuese necesario, purgando así las consecuencias del rechazo a políticas económicas transformadoras.

Timidez reformista

Si aceptamos que la recuperación que leemos es como se presenta, y bien sabemos que no es consecuencia de una devaluación monetaria, el resurgir tiene que deberse a las consecuencias de la devaluación “real” -es decir, a la de los salarios, que, en parte a través de precios mediante rebajas nominales y en parte expulsando a trabajadores del mercado- que se ha efectuado en la economía española.

Es obvio, pero no está de más recordarlo: ni se ha producido en un fin de semana ni ha afectado por igual a salarios, rentas y patrimonios. ¿Cuántas veces más puede repetirse? La respuesta es evidente tras la lógica reacción social de apoyo a los movimientos políticos extremos. Es el drama de la timidez de las reformas y la consecuencia del escaso buen uso del tiempo comprado con más deuda.

La devaluación 'real' no ha afectado por igual a salarios, rentas y patrimonios. ¿Cuántas veces más puede repetirse?

No serán posibles más devaluaciones reales. Que baje el petróleo, que se deprecie el euro, que la inflación sea cercana a cero, o que el BCE compre deuda, son las últimas herramientas de ayuda para que se contengan las consecuencias sobre la demanda de la devaluación salarial. Es probable que el precio del petróleo se mantenga un tiempo bajo, que el dólar se aprecie y sostenga esa apreciación un tiempo largo. Incluso es probable que los mercados de activos sufran un ajuste sanador si EEUU acelera la subida de tipos sobre lo previsto y la eurozona no es tan expansiva monetariamente como ahora se descuenta. Lo malo es que esto no es solución, como no lo eran las devaluaciones monetarias; y lo peor es que no son recurrentes.

Las propuestas de los populismos, lo digan o no, no son compatibles con la actual Europa del euro. Si triunfan, el euro tardará poco en desaparecer y la responsabilidad no será tanto de los que los han elegido como de los que con su ceguera los han traído. Por mucho que disguste, no es Grecia, sino Alemania, el canario que advertirá del grisú en la mina.
Populismos, devaluación monetaria y devaluación 'real'