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Francisco I gana su primera batalla a los obispos ultra


El Papa Francisco I ha llevado a cabo su primera gran remodelación del Obispado español, aceptando la dimisión forzada de Rouco Varela y colocando en su lugar al “progresista” Carlos Osoro, en la diócesis de Madrid. En marzo pasado, el Vaticano había fracasado en su intento de sustituir a Rouco Varela al frente de la Conferencia Episcopal. Una “batallita” que se consumó con la vuelta de Ricardo Blázquez, actual arzobispo de Valladolid, que ya lo fue en el periodo 2005-2008, al que apoyó la mayoría de los obispos conservadores, 60 votos, frente a los 10 que consiguió Osoro. Rouco hizo uso de toda de su fuerza para impedir la llegada del entonces arzobispo de Valencia, que ahora, en una jugada maestra del Vaticano, se ha convertido en sucesor de Rouco al frente del Arzobispado de Madrid. Al mismo tiempo, Antonio Cañizares, el obispo preferido por Benedicto XVI, que le llevó a Roma como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es enviado a Valencia, como preludio de su pérdida de poder ante el Vaticano.

El pasado 28 de agosto, la Nunciatura Apostólica en España comunicó a la Conferencia Episcopal Española (CEE) “que a las 12,00 horas de hoy, jueves 28 de agosto, la Santa Sede ha hecho público que el Papa Francisco ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Madrid presentada por el Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, en conformidad con el canon 401, párrafo 1, del Código de Derecho Canónico”. El canon enunciado dice textualmente que “Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias”. Y finalmente Francisco I decidió jubilar definitivamente a Rouco, que ha reinado sobre el obispado español durante quince años, siendo el principal ariete contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y sus reformas sobre los matrimonios gays y el aborto.

Carlos Osoro, por el contrario, ha sido la cara más social de un obispado claramente inclinado a la derecha más dura que fue consolidando su poder durante el papado de Juan Pablo II que duró 28 años (1978-2005). El cántabro Osoro, que no se ordenó sacerdote hasta los 28 años después de haber ejercido la docencia durante sus primeros años, se volcó desde el primer momento en la participación de los laicos en la vida pastoral, lo que le ha hecho estar muy cerca de la calle.

Desde los obispados en los que ha ejercido, Orense (1997-2002), Oviedo (2002-2009) y finalmente Valencia (2009-2014), ha mantenido una lucha constante contra las ideas de Rouco Varela, con poco éxito dada la estrecha relación que el ex arzobispo de Madrid mantenía con Juan Pablo II y con los medios ultraconservadores españoles. El propio Rouco soñó en alguna ocasión en convertirse en Papa.

A pesar de ello, consiguió que Benedicto XVI le nombrara Arzobispo Metropolitano de Valencia el 8 de enero de 2009, para sustituir a Agustín García-Gasco, que había convertido la sede valenciana en un búnker de la derecha católica y que había protagonizado el escándalo que supuso la visita organizada por la trama Gurtel del Papa Ratzinger en 2006.

A partir de ahora, le toca la difícil misión de ir transformando la diócesis madrileña, abriéndola a las redes cristianas de base que Rouco Varela, con el apoyo del ex secretario de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, al que nombró obispo auxiliar. Camino, que es jesuita como el Papa Francisco, prefirió pasar a un segundo plano en cuanto vio por donde iban los cambios en el Vaticano