¿Adelantar elecciones? ¿Para qué?
La última especie lanzada por los rumorólogos de la Villa y Corte ya no es la de que Rajoy agotará la legislatura hasta el último límite posible, allá por febrero de 2016; el ultimísimo rumor, aventado por algún medio de comunicación y sugerido desde las mismísimas praderas del PP, dice que Mariano Rajoy baraja un adelantamiento significativo de los comicios generales. Unos dicen que sus hipótesis se centran más bien en hacer coincidir las elecciones municipales y autonómicas de mayo con las legislativas. Otros se aventuran mas y vienen a pensar que Rajoy, en un movimiento brusco y rápido impropio de él, querría celebrar las elecciones incluso en este otoño, pillando a contrapié a la izquierda, en plena fase de reconstrucción, y también a los nacionalistas catalanes, sobre cuyo proyectado referéndum las elecciones caerían como una bomba.
Vaya por delante que, sabiendo como sé que en efecto hay en las filas 'populares' quienes quieren dar una patada al tablero, anticipar las elecciones, sorprender a la oposición y bloquear los planes de Artur Mas, son mucho más numerosos los partidarios en el PP de agotar la legislatura, dando un aire de normalidad a todo el proceso.
Lo que sí queda claro con tanto rumor de cenáculos y mentideros, es que, contra la voluntad de transmitir una idea de normalidad (y de inmovilidad) por parte de Rajoy, hay mucho oleaje en el estanque político. El relevo en el principal partido de la oposición, con un Pedro Sánchez que nadie en el PP sabe aún por dónde va a salir, y, sobre todo, la parece que inminente reunión entre Rajoy y Artur Mas, están acelerando los procesos. Y echando por tierra la vieja estrategia de Rajoy consistente en dejar que todo se pudra para luego empezar a solucionarse. Entre las desventajas del adelantamiento electoral se encuentran cerrar la puerta para un pacto sobre una reforma constitucional, incluyendo aquellas bonificaciones que impliquen disolver a las Cortes y convocar un referéndum sobre los cambios a realizar en la Carta Magna.
Algunos aún no renunciamos a la idea de que el Presidente pudiera aprovechar una disolución de las Cortes al final de la legislatura para convocar elecciones y, al mismo tiempo, proceder con el mecanismo de reforma constitucional reforzada de, por ejemplo, el artículo 57 de la Constitución, que habla de la sucesión al trono, dando prevalencia al hombre sobre la mujer, lo que resulta anacrónico, inconveniente y a lo mejor paradójicamente hasta inconstitucional, porque no respeta el principio de igualdad de todos los españoles ante la Ley.
En todo caso, pienso que la amenaza de un adelantamiento de las elecciones para este otoño, es un arma en poder de Mariano Rajoy para esgrimirla ante Artur Mas en el caso, que yo, optimista, cada vez veo más improbable, de que el presidente de la Generalitat se empecine en mantener su consulta el 9 de noviembre. ¿Y si Rajoy convocase unas elecciones generales para la misma fecha?
Ya digo que ahora mismo todas las hipótesis parecen abiertas, en opinión de no pocos observadores. Puede que Rajoy se vea obligado a dar algún triple salto mortal en el trapecio de la política española. Es posible que tenga que abandonar su tradicional pachorra porque la coyuntura viene reclamando tiempos nuevos, ideas arriesgadas, jugarse el todo por el todo en cada envite.
Ya digo que quiero ser optimista. Ahora es preciso que algo cambie pero no, como quería Lampedusa, para que todo siga igual, sino precisamente para todo lo contrario: para que nada siga siendo como era, como es ahora mismo.