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La Brigada Ligera de Esperanza Aguirre

En el Madrid urbanístico del fútbol, el presidente Florentino presenta en sociedad el futuro Bernabéu, que es como una tarta de queso hecha por alemanes dispuesta a comerse un buen pedazo del paseo de la Castellana merced a uno de esos procesos de mudanza e intercambio en los que siempre pierde la cosa pública y gana lo privado, una mera cuestión de millones de euros.

Las dos, tres o cuatro personas que lo han hecho posible se van de fin de semana partidista a Valladolid, ciudad que pudo quedarse de capital del Reino pero que se ha quedado de recinto fortificado del PP desde hace 20 años. Son la Brigada Ligera de Esperanza Aguirre, doscientos representantes del Partido Popular de Madrid que quieren representar la fuerza interna de la organización con su presidenta y su presidente y sus alcaldes como punta de lanza de una disidencia interna muy medida y muy organizada.

Aguirre, al igual que Ignacio González y Ana Botella van a defender su futuro, sus poderes, sus puestos en las listas electorales o sus destinos diplomáticos en alguna capital de muchas campanillas. Saben que lo tienen difícil, que aún no es llegado el momento de poner toda la carne en el asador de las presiones, pero con todo el conocimiento que atesoran tras toda una vida en la política, saben también que las batallas serán varias y que la guerra no se decide hasta el último de los combates. Primero está el posicionamiento frente a la dirección nacional, luego vendrán las distintas y encontradas ambiciones, que de Europa en mayo se sacaran muchas enseñanzas.

El poder del PP en la Comunidad de Madrid es tan grande que sólo un tsunami puede llevarle a la oposición. Ese " golpe de mar" es ahora posible tras los sucesivos desastres olímpicos, de juego, de sanidad y financieros. En 2015 el PSOE no parece preparado para ganar pero Tomás Gómez puede encontrarse con el regalo esperado de la pérdida de la mayoría absoluta de los populares en la región y en muchos Ayuntamientos. Sería su oportunidad, siempre dependiendo a lo que obtengan y hagan con sus representantes Izquierda Unida y UPyD, esa sombra alargada de un tripartito que podría servir de banco de pruebas para el día después de las elecciones generales en las que será Mariano Rajoy el que se ponga a prueba.

En Nueva York, bajo la nieve y un frío que se mete por cualquier costura, cambiaron a un alcalde financiero, rico y mediático por uno multicolor, Bill de Blasio, al que en quince días ya le han criticado por comer pizza con cuchillo y tenedor. También quieren matar a los cisnes que corretean por Central Park y no dejan que otras especies animales tengan mejor futuro. Aquí, en la capital, los cisnes llevan batas blancas, en el Madrid Fusión se come con las manos y el frío se combate con optimismo doctrinal. Somos distintos.