333 minutos para que todo siga igual

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

El presidente del Gobierno y presidente del Partido Popular demostró en el debate del Senado que es un buen parlamentario, que tiene 30 años de experiencia en la vida pública, y que se había preparado a fondo para el combate a cara de perro con la oposición. Desde el minuto uno se colocó en su esquina favorita del ring polític, lanzó una serie de avisos a su principal rival, el secretario general del PSOE, y se dispuso a aguantar con paciencia gallega y bien cubierto el rostro para no recibir ningún golpe que le lanzara a la lona los 333 minutos de intervenciones, preguntas y medias respuestas.

Mariano Rajoy trasladó a los suyos el mensaje de esperanza que estos esperaban. No estaba en juego ninguna corona, pues la mayyoría absoluta de que dispone el PP en el Congreso hace imposible cualquier veleidad en ese sentido. Se trata de irse de vacaciones con la moral tan alta como permiten los papelees de Luis Barcenas, y en ese sentido el presidente estuvo eficaz y hasta se puede decir que sobrado de facultades. Todos los portavoces lo estuvieron, desde Alfredo Pérez Rubalcaba a Rosa Diez, Cayo Lara y su apoyo, el catalan Coscubiela. Incluso el mas flojo de todos ellos, el portavoz de ciU, Josep Antoni Duran Lleida, cumplió con el papel que tenía asignado.

No habrá dimisión, no habrá adelanto electoral y el econocimiento de la equivocación en el apoyo inicial y duradero al ex tesorero por parte de Rajoy no le llevó a éste a pedir perdón, ni a asumir ninguna responsabilidad bmás allá de ese mero reconocimiiento. Por más peticiones que le hicieron para que se marchara, por más imprecaciones que le hicieron, la flema gallega del presidente se manifestó durante esas cinco horas y media. Incluso puso de moda un nuevo latiguillo, dirigido sin nombrarle a Rubalcaba: fin de la cita. Sus servicio de documentación habían funcionado con precisión, pero olvidándose de que en el debate no estaba en juego la historia parlamentaria o declarativa del líder de la oposición, lo que los ciudadanos querían era aclarara si había habido sobresueldos y financiación ilegal. A los primeros dijo que sí, sin entrar en blancos y negros, y a la segunda negó la mayor.

Todo sigue igual, como estaba previso.Agosto es un mes largo para dscansar y corto ppara la política. Si Barcenas no saca más munición de sus cajas de colores o la investigación judicial y policial no aporta datos nuevos e incontestables, Mariano Rajoy podrá esperar a que la economía cambie de ciclo y permiita al PP ver la luz, su propia luz al final de su propio tunel. En caso contrario estará atrapado en sus palabras y tendrá que asumir las consecuencias. Habrá que esperar al inicio del curso en septiembre.

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