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Tres españoles en el reino de los Medici

El dos de junio tres españoles van a volver a pelear por la corona de laurel del motociclismo mundial en uno de los escenarios más bellos e históricos de Europa. Dani Pedrosa, Marc Márquez y Jorge Lorenzo llegarán al final de la recta del autódromo de Mugello a más de 320 kilómetros por hora, diez o quince kilómetros más rápidos de lo que puede hacer Fernando Alonso al volante de su Ferrari de Fórmula I, ya que es aquí, en plena Toscana, rodeados de bosques y viñedos y con el lago Balancino como eje central de esta parte de la región que dominaron los Medici donde la escudería italiana prueba sus vehículos.

La batalla entre los tres se va a mantener a lo largo y ancho del campeonato, con el más pequeño de ellos en cabeza y dispuesto a demostrar que es capaz de pelear y fajares en el cuerpo a cuerpo con el mismo arrojo que sus rivales. Los 47 kilos de Pedrosa y sus 158 centímetros de estatura son una ventaja y un inconveniente, las dos cosas a la vez. Márquez le saca diez centímetros y doce kilos, mientras que Lorenzo llega al 1,72 y se mantiene por debajo de los 55 kilos. Estas son las armas físicas, luego están las mentales, con Jorge como bicampeon al afrontar esta temporada y muy seguro de sí mismo, Pedrosa aguijoneado por la llegada del huracán Márquez, y éste dispuesto a batir todos los récord que se le pongan por delante.

Manejar 240 caballos de potencia requiere condición física, habilidad, osadía y un punto de locura cuando se trata de dar vueltas y vueltas a un circuito de cinco kilómetros y doscientos cuarenta y cinco metros. Los tres pilotos que dominan Moto GP tienen de todo eso y un poco bastante más. Se pasan todo el año dando saltos de un país a otro, de un circuito a otro, de una ciudad a otra, sin apenas descanso y sin prestar mucha atención a lo que les rodea. Y en este caso, a 30 kilómetros de Florencia, no mirar, ver y gozar del territorio y la luz que dieron vida a las obras de Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci o Giotto, es un pecado.

A los que vayan a presenciar las carreras les aconsejo que se alojen en alguno de los hoteles del pequeño pueblo de Barberino. Tiene para todos los gustos y todos los precios. Los más exquisitos y pudientes lo pueden ha en Le Maschere, un auténtico lujo por el que, eso si, deberán estar dispuestos a pagar una media de 300 euros la noche; y para los amantes de algo más campestre pero no por ello menos confortable y para mi gusto más íntimo y acogedor les recomiendo Romaggiori, donde 90 € serán suficientes. Son dos opciones que abarcan ese pequeño y particular universo que es toda la Toscana en su parte norte.

La pasta es obligada sea cual sea el restaurante elegido. Me quedo con los tagliatelle con jabalí del Cosimo dei Medici y su queso pecorino para terminar con un buen pedazo de su tarta de castañas. Un Pinot nero o un Chianti clásico servirán de acompañamiento siempre que no se vaya a conducir. Y si se cuenta con un par de días dejarse llevar por las carreteras secundarias de la Toscana será uno de esos placeres a recordar toda la vida.