Los que nos dedicamos a esto desde hace varios decenios sabemos que nunca ha sido tarea fácil, pero casi siempre fue un trabajo digno aunque es cierto que entre nuestros colegas siempre ha habido de todo y más de uno debería haberse dedicado a otra cosa.
La fundamental de este movimiento – que como todos los que se producen a través de las redes sociales, puede acabar siendo muy importante e influyente – está en que debe denunciar la desvergüenza e irresponsabilidad de los cargos públicos que se niegan a responder preguntas en las ruedas de prensa que convocan. Estos señores y damas que viven de los impuestos que pagamos los españoles, parecen ignorar que están obligados a responder a las preguntas de los periodistas porque, tanto ellos como nosotros, tenemos que proteger el derecho de los ciudadanos a conocer lo que hacen y cómo gestionan nuestros intereses.
Es otras democracias resulta impensable que un cargo público se comporte así. Lo más que pueden hacer, en algunos casos, es utilizar la fórmula del “sin comentarios”, que en el fondo es toda una declaración sobre lo que piensan.
Otros que son responsables de esta anomalía son los empresarios de los medios de comunicación que pueden ser “lecheros”, “editores de libros de texto” “dueños de una cadena de supermercados” o simplemente “millonarios caprichosos”. Sean lo que sean deberían apostar por la dignidad del medio, en vez de jugar a ser cómplices del poder por el que apuestan o protegen a cambio de favores.
Y dicho esto, dejemos de mirarnos el ombligo por un momento y hagamos algo de autocrítica.
¿Por qué consentimos, sin denunciarlo, que tanto cantamañanas con pluma diga a todas horas que es periodista y exija la respuesta de un famoso, que no interesa a nadie, sobre si es tan gay como ellos o si se ha acostado con la mujer del vecino del quinto?
En este oficio hay una frase – copiada de un famoso torero – que dice: “en mi hambre, mando yo”.
Si hay que plantarse, plantémonos, y asumamos las consecuencias.
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