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La generala del PP

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

09/03/2011.- Si a Francisco Álvarez Cascos, hoy adversario del Partido Popular en Asturias, se le conocía dentro de su formación como el “general secretario” por la mano dura y la firmeza con que llevaba las riendas del entonces -como ahora- primera partido de la oposición hasta conseguir llevarlo al poder , y a su presidente, José María Aznar, a La Moncloa; a su sucesora en el cargo, en condiciones parecidas y sin el pasado histórico que tenía Paco Cascos, bien podemos llamarla “la generala” desde que Mariano Rajoy optó por convertirla en su número dos en el Congreso de Valencia, dejando que conservara su condición de presidenta del PP en Castilla la Mancha, que siguiera como candidata a la presidencia del gobierno de esa Comunidad, y que no pensara en ningún tipo de cambios hasta después de las elecciones generales del 2012.

Por lo menos esa es la hoja de ruta que tienen los colaboradores de Dolores Cospedal, ese pequeño núcleo duro que ha conseguido formar en la sede central del partido mientras le llovían los ataques desde dentro y desde fuera de la “torre de marfil”, que es como acertadamente la ha bautizado Antonio Martín Beaumont en su biografía sobre la secretaría general del PP. Cospedal ha tenido que imponer orden en unas siglas en las que los barones territoriales querían más poder frente a la aparente “mano blanda” de Mariano Rajoy. Ha tenido que afrontar la crisis de liderazgo en el País Vasco con la marcha de María San Gil hasta conseguir que su opción, la de Antonio Basagoiti y Arancha Quiroga, tenga más poder que nunca tras su pacto con el PSE de Patxi López;
ha tenido que mantener el tipo en Valencia en un difícil equilibrio entre los que pedían la dimisión de Francisco Camps y los que exigían el apoyo sin fisuras al presidente de la Generalitat valenciana; y ha tenido que mediar, lidiar, buscar el pacto de no agresión entre dos pura sangre de la política como son Esperanza Aguirre, con quien trabajó como consejera de su gobierno, y Alberto Ruíz Gallardón, el eterno aspirante a liderar el centro derecha español. Los dos con la ambición y los méritos suficientes como para aspirar a sentarse un día en el sillón de mando de La Moncloa.

Etapa difícil o muy difícil para Cospedal (y que recoge muy bien el director de El Semanal Digital en las 250 páginas de su libro) en la que a lo anterior hay que sumar la ancha y enredada madeja del caso Gurtel con las dimisiones de destacados militantes y el cambio de tesorero en el partido, con un Barcena que no quería abandonar el puesto; la lucha por Caja Madrid tras la salida de Miguel Blesa y la candidatura de Ignacio González, al que se le dejó atar todos los cabos menos el de la voluntad interna y definitiva del presidente nacional, hasta el desembarco definitivo de Rodrigo Rato; la posición numantina en todo lo referente al País Vasco y la lucha contra ETA de Jaime Mayor Oreja; los recelos que despertaban y despiertan los “acuerdos” entre un justamente crecido Javier Arenas en Andalucía y una Ana Mato que intentaba y quería alejarse de las implicaciones de su ex marido el ya ex alcalde de Pozuelo mientras defendía su posición de vicesecretaria general. Sin olvidar a FAES y a José María Aznar con sus apariciones y “dictados” de estrategia política. Y en medio de todo ello la batalla nacional frente al PSOE de Rodríguez Zapatero, José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba; y la castellano manchega en la doble vertiente de José María Barreda y José Bono, dos rivales de mucho peso y experiencia y que no están dispuestos a hacerle nada fácil su conquista del palacio de Fuensalida, sede de la presidencia de la Junta de Comunidades de la región. Favorecida por la crisis económica que azota a Occidente desde hace cuatro años y con especial virulencia a España, contando con el viento a favor que demuestran todas las encuestas, Dolores Cospedal (en los últimos tiempos se ha desprendido de la De para hacerse más popular y menos elitista) afronta bien los próximos meses sus retos más difíciles y puede que alguna victoria inmediata le pueda hacer perder la posible gran victoria del largo plazo: nunca el PP de Castilla la Mancha ha estado más cerca del triunfo por mayoría absoluta, más cerca incluso de lo que estuvo con la candidatura y la dirección de José Manuel Molina. Ahora mismo podría ganar hasta con una diferencia de cinco escaños si rompiera los empates pares en Toledo y Guadalajara y consiguiera el impar de Ciudad Real; pero es que además se puede permitir el lujo de perder en Ciudad Real, empatar en Toledo y ganar en Guadalajara, la provincia más asequible a los colores del PP. En sentido contrario puede
darse el caso de que los populares ganen por votos en el conjunto de Castilla la Mancha pero que pierdan en representación parlamentaria y se queden sin el gobierno, son las paradojas de la Ley electoral de la región, hecha a medida de los intereses de su actual
presidente. Si ganara y gobernara Cospedal podría mantener la doble condición de presidenta regional y secretaria general del partido hasta los comicios generales. Luego,
todo dependerá de los resultados y cualquier combinación de posibilidades e intereses sería ciencia ficción. Pensemos que si Rajoy gana y gobierna cualquier aspiración dentro del Partido Popular tendría que esperar cuatro u ocho años y que en ese plazo los socialistas deberían haberse regenerado por dentro hasta convertirse de nuevo en un partido de gobierno; y si Rajoy no gobernase la lucha sucesoria se abriría de inmediato con todas las ambiciones abiertas, desde las más centralistas y madrileñas hasta las provenientes de algunas Comunidades autónomas.




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