El presidente del Gobierno hace tiempo que nos tiene ya acostumbrados a sus contradicciones que le llevaron por ejemplo a decir que nunca dormiría tranquilo con Pablo iglesias a su lado para tres meses después ofrecerle la vicepresidencia del Consejo de Ministros. Se podría hacer un libro con sus cambios de opinión, como cuando apoyó la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña para posteriormente aprobar contra viento y marea una amnistía para los independentistas. Por eso la paradoja de Sánchez de enfrentarse a Trump mientras aprueba y hasta amplia las bases militares norteamericanas en España, no le ha extrañado a nadie.
Sánchez ha saltado muchas barreras desde que asumió la Secretaría General del PSOE y posteriormente tomó posesión de La Moncloa demostrando que la política es el arte de lo posible, como lo definió Aristóteles frente a Platón que creía que los políticos deben obligar a sus ciudadanos a ser mejores y de llevarlos contra su voluntad a aquello que pueda hacerlos mejores. Nada ha cambiado desde entonces.
El Imperio forjado por los Estados Unidos de América hace tiempo que va perdiendo fuerza y capacidad de imponer su Poder pero sigue siendo la principal fuerza militar del mundo. Ya no es capaz de invadir naciones pero si puede destruirlas, como hizo con Iraq en 2004 o con Libia o Siria más recientemente. Puede bombardear impunemente Irán y poner precio a la cabeza del presidente venezolana Nicolás Maduro.
Si hay algo muy metido en la mente de los españoles es el miedo a una guerra y su deseo de vivir en paz. Hasta Franco se dio cuenta de ello y en su lecho de muerte se negó a reabrir la guerra en Marruecos por el Sahara. El apoyo de Aznar a la invasión de Iraq le costó a Mariano Rajoy perder las elecciones de 2004 frente a Zapatero. Y el genocidio israelí contra los palestinos de Gaza ha despertado de nuevo esos deseos de paz.
El problema de Sánchez ahora es cómo convivir con esa paradoja de llevar la contraria al presidente norteamericano y a su aliado Netanyahu al mismo tiempo que las bases españolas, principalmente Rota y Morón, son las principales soportes de las guerras en el Cercano Oriente. Al mismo tiempo de que los puertos españoles en el Mediterráneo son cruciales para el cabotaje de los buques que continuamente llevan armas tanto a Israel como a los países árabes aliados de Washington.
Poco antes de las elecciones generales de 2023, el gobierno de Sánchez, formado por el PSOE y Podemos, aprobó la llegada a Rota de dos nuevos buques “con el objetivo de contribuir de forma significativa a la estabilidad regional y a la seguridad común en África, Europa y el Oriente Próximo, y con miras a contribuir en mayor medida al sistema de defensa contra misiles balísticos de la Alianza Atlántica”. Firmado por la ministra de Defensa española, Margarita Robles y la entonces embajadora yanqui en Madrid, Julissa Reynoso.
Con estos dos nuevos barcos , Estados Unidos dispone en España de seis destructores con un sistema AEGIS dotado de potentes radares y computadores para rastrear y guiar misiles para destruir blancos enemigos.