Un seguro, también, para el actual presidente de la compañía, Álvarez Pallete y su estrategia de obligado cambio, ya muy lejos de la Telefónica que inaugurara el Rey Alfonso XIII hace cien años. En apenas 20 años el perfil y los objetivos de la empresa en nada se parecen a los que fijaron Luis Solana, Candido Velázquez e incluso Cesar Alierta, este último hombre esencial para entender las relaciones políticas con el Papa Francisco y las visitas de ministros y dirigentes de los partidos al Vaticano, el último el de la presidenta del Congreso Francina Armengol, del que nada sabemos de los objetivos del encuentro.
De la voz a los datos y de los datos al uso de la Inteligencia Artificial para todos los procesos de la comunicación, incluidos los que convertirán las redes 6G en la entrada a un mundo totalmente revolucionario y en el que la seguridad de los países dependerá y mucho de la independencia que unas muy pocas compañías mantengan respecto a los grandes fondos de inversión y los avances tecnológicos de terceros países. Con Europa muy retrasada respecto a USA y China, la elección de los desarrollos cuánticos que nos esperan a la vuelta de la esquina será una baza a favor o en contra de España durante la próxima década.
Si el Estado como tal abandonó de la mano de Juan Villalonga y José María Aznar su presencia en Telefónica, en un afán privatizador que produjo enriquecimientos inimaginables unos años antes por parte de unos pocos merced a un proceso de compras de compañías y expansión internacional que llevó a la compañía a tener un valor en Bolsa de cien mil millones de euros, pero también a acumular una deuda de otros setenta mil millones, el regreso del Estado - que debería mantenerse con independencia del color político del Gobierno de turno - era una necesidad para garantizar la propia seguridad de España por el carácter estratégico que tienen en el mundo de hoy las telecomunicaciones.
La decisión de invertir en una compañía estatal como Telefónica tiene además un carácter de unidad territorial muy importante, justo cuando dentro de un mes se celebrarán elecciones autonómicas en Cataluña, con el independentismo en crecimiento y su representación partidista sumando más de dos tercios del futuro Parlament. No resultaba fácil dar ese paso para un hombre que conoce como muy pocos la vida financiera, empresarial y política de España y al que han intentado “ descabalgar” de su puesto varias veces, tanto de forma personal por aquellos que deseaban sentarse en su sillón como de forma política por los más radicales del independentismo catalán. Su renovación por otros cuatro años al frente de la Fundación es toda una declaración de intenciones hacia sus adversarios tanto de Madrid como de Barcelona.
La Junta General de Telefónica de este viernes tendrá que tener muy en cuenta, por parte de su presidente y de los apoyos recurrentes de los últimos años, que algo ha cambiado en el escenario empresarial hispano quizás para siempre: hay dos nuevos actores en el accionariado que van a pedir puestos en el Consejo y quizás una vicepresidencia. Desde el grupo Caixa, con Fainé, Goirigolzarri y Gortazar han dado un paso y han hecho una apuesta que bueno sería que la siguiera el BBVA de Carlos Torres - ahora que desde Bildu piden la “ nacionalización” de la Kutxa, tan ligada en su gestión también a la de Telefónica, y la sopesara para ese futuro de unión/colaboración con la híper tecnológica Indra, empresa, por cierto, presidida por un Marc Murtra que también tiene un pasado estrechamente relacionado con Isidre Faine y la Fundación de Caixa. Pueden preguntarle a Salvador Illa, que tiene en su poder la hoja de ruta en la que confluyen ambas compañías. Las miradas a corto plazo y con orejeras a los lados no sirven. De la política a las finanzas, de las mismas a las empresas y de estas a los medios de comunicación, como terminales “ doctrinales” de cada a la sociedad no es un camino nuevo. La diferencia es que se recorre muy deprisa y, a veces, los blindajes de arena son más fuertes que los de acero.