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Cataluña y el deterioro de España
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Cataluña y el deterioro de España

lunes 18 de septiembre de 2017, 12:53h
La realidad es que tenemos 17 mini estados, con 17 Estatutos que aspiran a lo máximo pero que inciden en los mínimos detalles hasta configurar una espesa mezcla de leyes y normas que dificultan y encarecen la convivencia entre todos

Se están llenando las televisiones, las radios y los periódicos todos de muertos insepultos por el virus conocido como 1-0, que afecta sobre todo a Cataluña pero que ha conseguido extenderse por toda España con más o menos virulencia en su contagio. Tal parecería que ese primero de octubre se va a acabar el mundo por la cantidad de horas y palabras que estamos empleando para esconder lo que deberíamos contar: el Referendum anunciado por el gobierno de la Generalitat es la culminación de un proceso de deterioro del Estado que ha durado 40 años y del que son responsables los dirigentes políticos, desde Adolfo Suárez y Jordi Pujol a Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Por medio pongamos a todos los demás.

Tras la muerte de Franco había que construir una democracia parlamentaria y se hizo. Bajo vigilancia y un tanto a oscuras pero se hizo. Siete "padres", de los que tres siguen vivos: Herrero de Miñon, Miguel Roca y Pérez Llorca; y cuatro han muerto: Manuel Fraga, Gabriel Cisneros, Peces Barba y Solé Tura; con dos "padrinos" que terminaron de negociar los últimos flecos: Abril Martorell, en nombre de la UCD de Suárez, y Alfonso Guerra, en representación del PSOE de Felipe González.

Ya desde el principio se aprobó en Las Cortes el 31 de octubre de 1978 y con más del 83% de los votos en Referendum el 6 de diciembre de ese mismo año que existía la Nación española junto a las nacionalidades y regiones que la conformaban. La soberanía estaba en la primera, la autonomía en las segundas. Nación de naciones y Nación de regiones, una división que se plasmaría en el llamado "café para todos" que redactaría el ministro Clavero Arévalo y en la "elevación" de Andalucía a la categoría de "histórica" que ya tenían Cataluña, País Vasco y Galicia. Distintos artículos para distintos niveles de competencia.

Cuarenta años más tarde ninguna de las 17 autonomías quiere ser menos que las demás e incluso aspiran a igualarse con el "cupo vasco" o el "fuero navarro". Los distintos Estatutos que se han nido aprobando y reformando han terminado por cuestionar la "indivisible unidad española" que aparece en el artículo 2 de la Constitución y, desde luego, los 22 artículos sobre la organización territorial que se desarrollan en el título VIII de nuestra Carta Magna.

La realidad es que tenemos 17 mini estados, con 17 Estatutos que aspiran a lo máximo pero que inciden en los mínimos detalles hasta configurar una espesa mezcla de leyes y normas que dificultan y encarecen la convivencia entre todos. Sobre esa "sopa de letras" que ha salido de los Parlamentos autonómicos cayeron las normas de la Europa comunitaria y el concepto, la esencia, la razón de ser y existir de España se empezó a diluir como un azucarillo en un vaso de agua.

A los españoles nos están privando de nuestra identidad común con una perseverancia digna de ese esfuerzo, empezando por el lenguaje y la educación de las señas y logros comunes. Si no existe el español, que es sustituido por el castellano, el catalán y el vasco en igualdad de condiciones, ¿por qué no hacerlo con el patués, el bable, el castuero o el aranés?. Y, por supuesto, darle los mismos derechos y obligaciones al valenciano, al mallorquín y al ibicenco; y al aragonés y al andaluz con toda la riqueza de sus giros y matices vocales.

La suma de disparates que se han ido aprobando y poniendo en marcha en estos 40 años por parte de nuestros políticos es tan grande y tan costosa que es casi un milagro que lo que está pasando en Cataluña en estos días no hay ocurrido antes. Y para ejemplo, un botón: multar a un establecimiento en esa autonomía por poner sus rótulos en español ( castellano ) pero no si lo hace en inglés o árabe.

Hemos deteriorado la palabra, el concepto, el significado de España, que lo tiene y sin las mentiras ocasionales e interesadas de turno. Si le quitamos la emoción de lo que significan, las palabras se mueren y desaparecen. Por esa razón la España que se quería construir en 1977 con la primera de las votaciones democráticas está desaparecida y oculta, se la ha alejado del pueblo, ha sido secuestrada por la clase dirigente, que no es sólo la política, que la ha retorcido hasta hacerla irreconocible para manejarla a su antojo, incapaz de renunciar a sus muchos privilegios. Tendríamos que retomar los versos que en 1937, en plena Guerra Civil, escribió Miguel Hernández en "Vientos del Pueblo" para que no nos rompan el corazón, ni nos sequen la garganta. Allí está la España de los asturianos, los catalanes, los castellanos, los extremeños, está la España de la gente, de la que sentirse orgulloso, en la que estar unidos para afrontar el futuro y no para mirar al pasado y convertirnos en estatuas de sal.