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Las líneas rojas de Ayuso que Feijóo sabe que no debe pasar
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Las líneas rojas de Ayuso que Feijóo sabe que no debe pasar

lunes 08 de agosto de 2022, 17:50h

La presidenta madrileña estableció sus propias línea rojas dentro del Partido Popular nada más llegar al poder en junio de 2019. Ya estaban allí cuando las descubrieron sus compañeros y sus adversarios, tanto de la derecha como de la izquierda. Isabel Díaz Ayuso las electrificó con diez mil voltios para que “achicharraran” a todo el que se atreviera a cruzarlas. Mal aconsejado por su equipo de confianza, Pablo Casado lo hizo. Su sucesor al frente del partido, aprendió la lección.

No es que el gran aspirante conservador a La Moncloa le permita a su compañera mantener un perfil propio y un posicionamiento frente a Pedro Sánchez sea cual sea el tema de que se trate, es que no tiene más remedio. Feijóo se limita a aceptar la estrategia de Ayuso le gusto mucho, poco o nada. La presidenta madrileña es un “verso suelto” dentro del PP, una dirigente con personalidad que no tiene ningún reparo en poner en valor hasta sus propios defectos.
El fenómeno Ayuso se materializa durante los primeros meses de la pandemia del coronavirus, logrando que en la Comunidad de Madrid las medidas del ministro Salvador Illa se estrellaran contra el muro de contención que había levantado desde la madrileña Puerta del Sol. Decidió, bien aconsejada por su jefe de Gabinete, todo un experto en exprimir los errores del contrario y ocultar los propios, que sus adversarios no eran los dirigentes regionales de la izquierda, que su auténtico rival era el mismísimo presidente del Gobierno de España; el resto era “caza menor” para su voracidad depredadora.
Intentaron desde la oposición externa del PSOE y de Unidas Podemos, y de la interna del PP, con la complacencia de José Luís Martínez Almeida, el alcalde de la capital - que apenas resistió un asalto y se retiró a su rincón de la plaza de La Cibeles tras arrojar la toalla - derribarla y derrotarla con el escándalo de las mascarillas y la intervención de su hermano en la puesta en contacto de proveedor y comprador. Resistió, contraatacó y venció. Algo que no habían logrado ni Esperanza Aguirre, ni Cristina Cifuentes, las dos ex presidentas con las que había trabajado y de las que aprendió a no cometer los mismos errores.
No es una de los suyos pero representa mejor que el resto a los suyos. No pertenece a la alta burguesía madrileña, ni sus amigos viven y pasean por el barrio de Salamanca; ni siquiera sus amores responder al estereotipo de la acomodada derecha española. Usa la misma libertad de elegir en lo personal de la que emplea a la hora de posición arte en política y en cualquiera de los temas que afectan de forma directa a los ciudadanos. Puede que la llamen “choni” de forma despectiva, pero nunca le pondrán el adjetivo de “pija”. Con el primero se ha ganado a una parte de los votantes tradicionales de la izquierda, con el segundo mantiene a raya a los dirigentes de Vox, que esos sí respiran “pijeza” por los cuatro costados.
Sus líneas rojas son visibles y muy simples, entendibles por todos. Si el Gobierno pone en marcha un Decreto Ley, élla se opone y lo publica con enorme rapidez, pase lo que pase más tarde. El mensaje ya está lanzado y se queda en la mente de los ciudadanos. Ayuso es la auténtica adversaria de Sánchez y se ha preocupado muy mucho de no dejar que ni Mónica García, ni Juan Lobato, ni Isa Serra, se suban al ring de la Asamblea madrileña para “hacer guantes”, esa tarea se la deja a sus consejeros, los primeros que han aprendido a mantener firme el timón de la oposición al inquilino de La Moncloa.
Si se toma un pequeño descanso, su relevo como “gladiador/comunicador” lo ocupa de inmediato Miguel Angel Rodríguez, capaz de emitir tres mensajes de oposición cada día en plenas vacaciones estivales. Al adversario no hay que dejarle ni un minuto de descanso, se le debe presionar y presionar y presionar, siempre en busca de la victoria definitiva; la que le permita conseguir la mayoría absoluta en el mes de mayo de 2023. No basta con tener más escaños que todo el resto de la oposición de izquierdas juntos, su proyecto de futuro necesita igualar, por lo menos, lo conseguido por su compañero Juanma Moreno en Andalucía.
Su jefe de filas, que como buen gallego se mantiene en la mitad de la escalera, la necesita para ganar y gobernar. Feijóo tiene la paciencia que le falta a Ayuso, y tras la expulsión de Pablo Casado de la presidencia del PP, sabe que hasta la celebración de las elecciones generales no tendrá ningún problema. Dependerá de las urnas su futuro y el del resto de los barones territoriales del partido. El expresidente de la Xunta llegó a Madrid para representar una nueva etapa de más moderación frente a Pedro Sánchez. La velocidad de pegada de su compañera se lo ha impedido.