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El riesgo con el que no se atreve todavía Díaz Ayuso pese a desearlo
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El riesgo con el que no se atreve todavía Díaz Ayuso pese a desearlo

lunes 18 de julio de 2022, 15:53h

La presidenta madrileña, que es atrevida y lo demuestra; que ha hecho del riesgo una característica personal no se ha atrevido con una de las grandes iniciativas políticas que aplaudirían la inmensa mayoría de los ciudadanos en estos tiempos de recortes del gasto: bajar el número de diputados en la Asamblea.

Creo que está esperando a tener mayoría absoluta para no depender de ningún otro partido. La pregunta a responde es fácil : ¿qué opinarían y cómo calificarían a un Congreso nacional con 937 parlamentarios sentados en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo?. Con toda seguridad: un monumental disparate. Los 46.698.500 ciudadanos que aparecen en el censo de España no se merecerían tal dispendio.
Ningún líder de ningún partido se atrevería a defender una propuesta de ese calibre. Se avergonzaría de pensarlo y desde luego sería imposible de aplicar ante el cabreo generalizado del personal. Se haría bueno ese refrán tan castizo y exacto de “ eramos pocos y parió la abuela”. Lo del pan da también para mucho, pero dejo que cada uno termine la frase como mejor entienda y le interese.
En la misma línea: ¿qué opinaron los seis millones y medio de habitantes de la Comunidad de Madrid cuando comprobaron en mayo que se han ido sumando parlamentarios en la Asamblea que preside Carballedo hasta llegar a los 136 sillones, con todo el andamiaje que conlleva de secretarias, asesores. Otro disparate tan gordo como el anterior ya que los cálculos para hacer ambas preguntas y respuestas son los mismos.
En la Comunidad de Madrid - por no hablar de otras - sobran políticos. Sobran muchos políticos por más que nuestros parlamentarios de la Asamblea se escuden tras el artículo 10.2 del Estatuto que ellos mismos aprobaron. Los 136 representantes de los partidos políticos son más que muchos. Con su coraza de 1 diputado por cada 50.000 habitantes ya no se conforman con superar de forma exagerada el porcentaje que existe para el Congreso con sus 350 parlamentarios, quieren más y son insaciables. Más sillones para mantener privilegios presentes y futuros. Con su particular forma de distribuir la llamada representación popular, la Cámara Baja nacional llegaría a esos 937 políticos con lo que la actual sede- que no es pequeña - tendría que triplicar su aforo, sus despachos, sus secretarias, sus asesores, sus sueldos, sus complementos, sus viajes y así hasta el infinito y más allá.
A Esperanza Aguirre se le pasó por la imaginación el dejar la Asamblea con 60 diputados. Casi la excomulgan sus propios compañeros y no digamos los rivales. Los sillones son sagrados, puestos de trabajo que no necesitan un ERE político, por más que los ciudadanos lo deseen a poco que lo piensen. Basta con aplicar los criterios nacionales - y no está mal que se repita muchos veces - de los 350 escaños para 46 millones de habitantes. Les digo el resultado de la simple regla de tres al alcance de cualquier estudiante de Primaria: 50 y ni uno más.
Algún día, en algún momento, alguien tendrá que proponer desde dentro o desde fuera de los partidos políticos la sana medida de disminuir el número de miembros de la llamada clase política. En Andalucia, que está muy reciente, con ocho provincias y dos millones más de habitantes, tan sólo se sientan 109 en el antiguo hospital de las Cinco Llagas .
Por salud democrática, por ejemplo social, por necesidad económica, por respeto ciudadano, ya es hora de cortar desde la derecha y desde la izquierda esa parte de la inflación hispana. Lo hizo el PP en Castilla La Mancha de la mano de Dolores Cospedal y lo ha mantenido el PSOE de Emiliano Garcia Page. Si la inflación es mala para la economía también lo es para la política. Díaz Ayuso debería incorporar esa promesa en sip rogarla electoral. Sólo ella y Juan Lobato, por el PSOE, pueden hacerlo. El miedo al bipartidismo no puede ser el más obstáculo.