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Ayuso debe aprender de los errores de Esperanza Aguirre
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Ayuso debe aprender de los errores de Esperanza Aguirre

lunes 20 de septiembre de 2021, 19:13h
La ex ministra y ex presidenta es pasional, algo que ha heredado la actual mandataria madrileña. Las dos se salen del guión oficial del PP con enorme facilidad

A Esperanza Aguirre era y es muy difícil frenarla cuando se pone delante de un micrófono con ganas de pelea. Ella es así desde sus tiempos de concejala en el Ayuntamiento de Madrid. Es peleona con los suyos y con loos de enfrente. Más si cabe con los compañeros de partido si cree que la están abandonando. Lo de “chiqiilicuatres” puede que sea una respuesta a las acusaciones sobre el cuatro de Goya.

La ex ministra y ex presidenta es pasional, algo que ha heredado Isabel Díaz Ayuso. Las dos se salen del guión oficial del PP con enorme facilidad. La actual presidenta ha rozado el desplante a Pablo Casado y estará en la Convención regresando antes de lo previsto de su “gira americana” que visto el programa era de muy menor categoría, pero que iba a servir para alargar su estado de gracia ante sus electores.

El que fuera subordinado de Esperanza y jefe de Isabel, Ignacio González, seguro que recuerda cuando en una de las últimas reuniones de la dirección del Partido Popular de Madrid, con él como secretario general y presidente de la Comunidad tras la renuncia de Aguirre tuvo que "parar" a su anterior jefa en el gobierno para que no fuese más allá en sus críticas directas e indirectas a Mariano Rajoy, a Maria Dolores de Cospedal, a Ana Botella, a Ana Mato y a todo aquel que se estaba cruzando por delante en esos momentos.

Dentro de la crisis interna desatada en el PP por las andanzas de su ex-tesorero, Luis Bárcenas, los insultos directos se dirigieron a la presidenta de Castilla la Mancha, se pidió la dimisión de la ministra de Sanidad, exigió más mano dura con el ex-tesorero y añadió como “propina” una ácida crítica de la gestión del caso del "Madrid Arena" por parte de la alcaldesa de la capital, que era la esposa del expresidente del Gobierno y del partido. Muy pocas personas se habrían atrevido a tanto.

Es lo mismo que está haciendo la presidenta Ayuso tras sentir que el “trono” de la Puerta del Sol le pertenece por sus merecimientos y no por la designación del dedo de Pablo Casado, que es lo que ocurrió en 2019. Hace dos años perdió en las urnas, en mayo ganó por goleada.

Recuerdo como Ignacio González sabedor de que no le bastaría con el apoyo de la Secretaria general de su partido para encabezar la futura lista autonómica logró que Cospedal le defendiera ante Rajoy y consiguió un acercamiento entre ambos que parecía imposible.

Hoy, cuando de nuevo se pide la imputación de Cospedal tendría que ser Pablo Casado quien la defendiera ante todos. Sin los votos que en la primera vuelta había tenido la ex presidenta de Castilla La Mancha, no habría vencido a Soraya Sáenz de Santamaría en su lucha por la presidencia del PP.

Quedan muchos meses por delante y el control sobre el partido en Madrid está en juego por la influencia que tiene en el resto de España. Ayuso juega muy fuerte, busca que personas de su absoluta confianza se coloquen en puestos claves del aparato, además de estar en el gobierno regional, como son Enrique Osorio, Paloma Martín,David Pérez, Enrique Ruiz Escudero y sobre todo Javier Fernández Lasquetti.

Poco a poco, con prisa y sin pausa, ha ido preparando desde que accedió a la presidencia de Madrid, con la colaboración imprescindible de Miguel Ángel Rodríguez, la estructura de poder que necesita para optar a la presidencia del partido a nivel nacional y su posible candidatura en unas elecciones generales, la situación que se producirá si Pablo Casado no logra la victoria en la futura cita con las urnas. Ese será su momento, aunque puede encontrarse con otras ambiciones de aquellos “barones territoriales” con poder real como son Juanma Moreno en Andalucía y el sempiterno Núñez Feijóo en Galicia

Los tiempos son muy importantes en las ambiciones políticas. Las tenía Esperanza Aguirre y las tiene su antigua discípula. Con todo derecho. Una no lo tuvo en cuenta y Ayuso debería aprender la lección: los grandes partidos no se suicidan, ni cambian de presidente y candidato si el precio a pagar es una crisis que rompa la mínima unidad necesaria para ganar al adversario.