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Arrimadas y su versión de “Camino a la perdición”
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Arrimadas y su versión de “Camino a la perdición”

jueves 01 de julio de 2021, 11:54h
Ni Inés Arrimadas, ni Edmundo Ball, ni siquiera Juan Marín o Begoña Villacís pueden hacer otra cosa que asistir al lento final de su opción política

La mejor narración de lo que está ocurriendo con Ciudadanos se escribió y dibujo primero en un “manga” japonés, se trasladó a un comic norteamericano y terminó siendo una de las mejores películas de Sam Mendes y de los actores que convirtieron a sus personajes en irremediables perdedores de la historia. Por encima de su condición de mafiosos y asesinas a sueldo, lo que Tom Hanks, Paul Newman , Judd Law trasladaron a los espectadores era su resignación ante un destino que conocían y del que no podían escapar.

Desde las elecciones generales que llevaron al apresurado adiós de Albert Rivera y la posterior desbandada de dirigentes que se lleva produciendo, con calculada velocidad, en toda España, ni Inés Arrimadas, ni Edmundo Ball, ni siquiera Juan Marín o Begoña Villacís pueden hacer otra cosa que asistir al lento final de su opción política. A Ciudadanos le dejó herido de muerte su anterior líder que se ha transformado junto a su antiguo número dos en un avispado mediador de conflictos legales y políticos. Mientras el empresario Marcos de Quintos vuelca su experiencia internacional en dar doctrina a las jóvenes generaciones del PP.

Por encima, por debajo y en el medio de unos y otros está Fran Hervías, con despacho en la sede central del Partido Popular, auténtico infiltrado en la filas de Ciudadanos y que, ahora, con paciencia de topo destructor, está minando el cada vez más exiguo poder político y representativo que le queda a su anterior partido.

En la ficción cinematográfica cada uno de sus protagonistas camina en dirección a su previsible final, sabiendo que cada paso que dan como venganza o como defensa les lleva a su muerte. Existe una frialdad de oficio en el último de los asesinos y una comprensión del destino que les enfrenta entre el antiguo jefe y su exterminador favorito. En el reality político al que estamos asistiendo en torno al partido que soñó con convertirse en el centro de la España oficial y llegar a gobernarla, cada uno de los dirigentes que conservan un cargo institucional y una cierta capacidad político conocen su final. De nuevo el intento de construir una opción de centro en España ha fracasado. Por tres razones: por la ambición sin control real de su líder, por el aplastamiento que han sufrido desde las dos formaciones clásicas de este país, por la derecha y por la izquierda, y por la falta de una auténtica estructura territorial capaz de soportar los malos resultados electorales y resurgir en las siguientes citas con las urnas.

Lo que ofrecía Ciudadanos era tanto un programa liberal como una forma de hacer política. Ambas ofertas fueron destruidas por los errores de la dirección. No supo pactar en los momentos claves con la socialdemocracia que representaba el PSOE, ni supo distanciarse del partido mayoritario que era y sigue siendo el PP en la oposición en sus ataques al Gobierno.

Con diez escaños en el Congreso, una caída en picado en Cataluña tras haber sido la primera fuerza política frente al independentismo, con unos dirigentes territoriales que ya le han marcado cuales son sus derechos irrenunciables, Inés Arrimadas pelea contra el inevitable destino que le conduce a cambiar de siglas o a la insignificancia política. Duro de aceptar, pero si tenía alguna duda sobre el futuro las últimas elecciones madrileñas se lo han dejado escrito en las urnas. Tal vez muchos lo consideren injusto, otros se quedarán con la nostalgia de haberlo intentado, la mayoría elegirá otras opciones en las urnas o se pasará directamente a la abstención, cansados de ver cada día el nada edificante enfrentamiento entre las cúpulas de los partidos, más preocupados por destruir al adversario que por construir un país, algo que se hace desde el gobierno pero también desde la oposición.

Ciudadanos forma parte de los gobiernos autonómicos de Castilla y León, Murcia y Andalucía, también de muchos Ayuntamientos - como el de la capital del Reino, por ejemplo - pero tiene un plazo para todo ello. En dos años se habrán celebrado nuevos comicios en toda España y les puede ocurrir lo mismo que les pasó el 4 de mayo de este 2021 en la Comunidad madrileña. Con Edmundo Ball como referente pasaron de tener 26 escaños a ninguno. Votos y asientos en el Parlamento regional se fueron al PP, tanto en busca de un mayor castigo al gobierno de Pedro Sánchez como por creer que la dispersión del voto del centro derecha beneficiaba a las formaciones de izquierda. Esos razonamientos, esa búsqueda de la “utilidad” de la papeleta que depositamos en las urnas pueden hace que suceda lo mismo en la Primavera de 2023. En Andalucía puede que antes.