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La campaña metafísica del rector Gabilondo
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La campaña metafísica del rector Gabilondo

jueves 15 de abril de 2021, 11:26h
El candidato socialista a presidir la Comunidad de Madrid ha chocado con el muro de la dialéctica cuando viajaba a bordo de la metafísica camino de las urnas del 4 de mayo. Angel Gabilondo ya comprobó en 2019 que ganar las elecciones universitarias para ser rector poco o nada tenían que ver con ganar unos comicios politizados y divididos has el máximo.

Durante dos años ha demostrado que su visión de la gestión pública no es de este mundo y que no consiguió sentarse en el sillón gerencial de la Puerta del Sol tanto por culpa de la derecha del PP, de Ciudadanos y de Vox; como por parte de la partida izquierda de Más Madrid y Unidas Podemos. La situación no ha cambiado y don Angel lo que quería es convertirse en Defensor del Pueblo, que es un cargo en el que las balas de unos y otros permanecen en las cartucheras.

Su equipo - si es que podemos considerar a los enviados por Iván Redondo para dirigir la campaña madrileña su equipo - ha desaparecido tragado por ese asombroso huracán que es Isabel Díaz Ayuso. La presidente en funciones de la Comunidad apenas es reconocible en la inexperta candidata que en mayo de hace dos años consiguió que las tres derechas sumaran sus votos en la Asamblea.

Ayuso aceptó a los consejeros de Ciudadanos de la misma forma que aceptamos la vacuna para combatir el virus. El error, inmenso error, de la intentona de Murcia trajo como consecuencia que el presidente del PP de esa Comunidad sigue en su puesto, con la representante de Vox sentada a la mesa del Gobierno. Algo parecido sucedió en Castilla y León. La destrucción total del plan ideado desde La Moncloa y no desde la sede central del PSOE esperaba en Madrid.

El hombre que hasta los treinta años fue fraile corazonista, que se casó primero con Paloma y luego con Carmen, que se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Madrid, que consiguió ser rector de esa misma Universidad y rector de los rectores antes de que en 2009 José Luís Rodríguez Zapatero le convenciera para que se pasara al mundo de la política como ministro de Educación, tenía y tiene la filosofía de Hegel en la cabeza, pero se olvidó de leer a Maquiavelo.

Tres mujeres del PP le habían hecho pensar en la dureza de la política y de las zancadillas y estrategias de destrucción que existen en los partidos. Cuando creía que iba a sacar adelante desde su Ministerio un pacto social con María Dolores Cospedal se quedó, como dicen los clásicos de las barriadas populares “con la brocha en la mano”. Llegó después Cristina Cifuentes y se hizo con la presidencia de la Comunidad antes de que los suyos le hicieran ver que sus aspiraciones de suceder a Mariano Rajoy eran imposibles.

Rozó la presidencia en 2019, ganó las elecciones autonómicas pero a suma de escaños le dejó en la oposición. Una situación de la que no ha sabido salir en dos años. A él, que le molesta el ruido y la furia, le pusieron enfrente a todo volumen a una joven en la que muy pocos confiaban - también dentro del PP - pero que no dudó en echarse en brazos de aquellos que atesoraban la experiencia de haber conseguido que José María Aznar estuviese en el palacio de La Moncloa durante ocho años.

Perdido en la España de la crisis ecońmica y la pandemia del Covid 19 Gabilondo ha tenido que volver a presentarse al frente de la lista del PSOE cuando menos esperaba ese destino. El cártel gigante en la madrileña plaza de Callao es todo lo contrario de su personalidad. Por ello choca una y otra vez con las intenciones del gobierno de Pedro Sánchez, capaz de chocar consigo mismo las veces que haga falta, esté o no esté Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros.

A Gabilondo le han pasado por la derecha, por la izquierda y por el centro. El propio presidente del Gobierno se ha convertido en el auténtico candidato de los socialistas frente al PP de Díaz Ayuso, que tampoco es el PP de Pablo Casado. Es una lucha por el futuro de España más que por el futuro de Madrid. Si la izquierda consigue sumar escaños que le permitan conseguir la victoria, será una victoria de Sánchez y de Iglesias, que se apuntarán raudos a las celebraciones y a las medallas. El se sentará durante otros dos años en el gran sillón de la Puerta del Sol e intentará hacer lo que pensaba hacer en 2019. Si le dejan desde Moncloa. Si le deja la ministra Montero, si le ayuda un Iglesias que esconde su futuro, si consigue la complicidad de las vicepresidentas Calvo y Calviño. Otro camino lleno de trampas.