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La grande bouffe en la Plaza de San Jaime
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La grande bouffe en la Plaza de San Jaime

miércoles 11 de diciembre de 2019, 12:33h
Los cuatro se han sentado en el despacho de la Presidencia de la Generalitat catalana. Les separan sus orígenes familiares, sus fortunas personales y sus edades. Les une su deseo de lograr la independencia y su pasión por el cine. Allí están, en el comedor privado de la Plaza de San Jaime. Dispuestos a representar una de sus películas favoritas: “La Grande Bouffe”.

Distribuyamos los papeles tal y como lo hizo en 1978 el gran Marco Ferreri: cambiemos a Philippe Noiret por Jordi Pujol; a Michel Piccoli por Carles Puigdemont; a Marcello Mastroianni por Artur Mas; y a Ugo Tognazzi por Quim Torra. Es éste último el que se va a encargar de servir finalmente los platos, que no serán viandas de toda clase, gusto y sabor. Serán leyes, decretos, negociaciones que han servido a lo largo y ancho de cuarenta años para llevarles a los cuatro a ese “suicidio colectivo” en el que reconocen que están embarcados.

Torra-Tognazzi se encarga de relatar el camino y cada una de las paradas que han ido haciendo desde que en 1980 Josep Tarradellas cedió el puesto de president a Pujol-Noiret pese a que le consideraba “enano y corrupto” e inventar del slogan “España nos roba” como fórmula para ocultar sus desmanes en Banca Catalana.

Sobre la mesa coloca con mucho cuidado un ejemplar del “Brusi”, que era como se conocía al Diario de Barcelona. Allí están las palabras que Tarradellas vertió en la entrevista con su director, Julio Merino. Tan proféticas como si del mismo Nostradamus se tratara.

El presidente que regresó del exilio para recuperar el gobierno de la Generalitat para “todos los ciudadanos de Cataluña”, no sólo para los catalanes, hizo hace 40 años la mejor crónica política y humana de lo que está pasando hoy. Torra lo sabe y tras una mirada cómplice con Puigdemont-Piccoli se dirige a sus otros dos compañeros de mantel: “ el condenado viejo nos retrató, bien es verdad que más a unos que a otros”.

El cambio de plano y de protagonista apenas deja entrever la sonrisa del actual president, en su memoria las dos entrevistas con Oriol Junqueras - el “sucesor” de Tarradellas al frente de Esquerra Republicana - que mantuvo en las prisiones de Soto del Real y Lledoners en los meses de mayo y julio. ERC es el socio-amigo incómodo, al que hay que vigilar y golpear mientras se camina codo con codo en busca de la independencia.

Mas-Mastroianni se permite una “morcilla” que no está en el guión. “ Mira Quim aquí todos nos hemos prostituido un poco o un mucho y mejor será que dejemos esos recuerdos en los archivos”. Se ha levantado y dando una vuelta alrededor de la mesa le da una palmadita en la espalda. Pujol-Noiret se tima una de las pastillas que le han recetado para controlar la tensión. Volver a recordar las palabras del hombre que le cedió el bastón de mando le ha disparado los latidos del corazón y 89 años son muchos. Demasiados como para recibir de un compañero de “comilona” un plato tan indigesto.

Están en los postres y acuerdan que antes de que les arrebaten el control de ese restaurante de lujo que es la “Generalitat” deberían lanzar una OPA hostil en forma de elecciones anticipadas. Quizás en el comienzo de la Primavera. Dependerá del resultado de la cosecha de favores mutuos en la que están trabajando los encargados de Pedro Sánchez y del amigo Junqueras.

Torra no quiere desaparecer como lo hacen los viejos soldados, en la niebla. Probar el sillón aunque hay sido en forma de préstamo otorgar derecho a un premio. Puigdemont quiere volver y no pasar por cárcel alguna. A ser posible de presidente si las esperadas sentencias de Europa le abren esa puerta. Más tiene el mismo sueño. Apenas le quedan dos meses para que su condena política se haya cumplido y los sonidos empresariales de la alta burguesía catalana resuenan en sus oídos. Pujol ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Los otros tres saben cuales son sus deseos más profundos y casi únicos: que a él y a su familia les dejen disfrutar de todo lo que tanto trabajo y años les han costado. La Cataluña de los otros no está sentada a la mesa. Está en la calle.