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El peligro interno que obligó a pactar a Iglesias y Sánchez
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El peligro interno que obligó a pactar a Iglesias y Sánchez

lunes 25 de noviembre de 2019, 11:19h
Tiene que irse”. Estas tres palabras pronunciadas por Teodoro Garcia Egea nada más terminar el recuento electoral del 10N despejaron las escasa dudas que le quedaban al candidato Pedro Sánchez sobre lo que tenía que hacer. No estaba en juego la gobernabilidad de España, encima de la mesa de negociaciones quien estaba en peligro eran él y su futuro político.
En Moncloa todos temieron que se produjera otra sublevación de los barones regionales y de una parte de la vieja guardia socialista, deseosa de una revancha tras el regreso de su “autoexilio” del secretario general al que habían obligado a abandonar sus puestos, tanto en el partido como en el Congreso.
La reacción fue inmediata: llamada a otro líder que andaba como Sánchez contra las cuerdas. El socialista había perdido votos y escaños desde el 28 de abril. Y lo mismo le había ocurrido al máximo responsable de Podemos. Pablo Iglesias necesitaba un acuerdo tanto o más que su rival en las urnas. De esa necesidad hicieron virtud y en 24 horas firmaban un pre acuerdo por el que ambos se comprometían a compartir un programa y, sobre todo, una presencia en el Consejo de Ministros. Iglesias y los suyos ya no tenían vetos para incorporarse al futuro Gobierno, y ya no producían insomnio.
La segunda acción de respaldo a sus personas se iba a presentar como un gran acto de democracia interna. Nada de apelar a los Consejos o Direcciones Federales para escuchar sus opiniones: dos referendums en los que la militancia dijera su opinión. Y ahí no había dudas: apoyo masivo al pacto, tal y como ha sido en el pasado fin de semana. Noventa y cinco mil votos respaldan internamente al secretario general de los socialistas.
Las acciones y declaraciones de antiguos dirigentes del PSOE, alejados del poder apenas representan nada. Ni Alfonso Guerra, ni Nicolás Redondo, ni siquiera un barón como Emiliano García Page, que se muestra más renuente a pactar con los representantes de Podemos, tal vez porque los ha sufrido en sus propias carnes y en su anterior gobierno.
Más prudentes y deseosos de mantener una “línea de seguridad” con el poder se han mostrado desde Felipe González, mucho más preocupado por los movimientos de su amigo Carlos Slim en las empresas españoles, desde Prisa hasta FCC; hasta José Luís Rodríguez Zapatero, que ha encontrado en su papel de mediador internacional una forma de prolongar su presencia política, y el incombustible expresidente del Congreso y de Castilla la Mancha y ex ministro de Defensa, José Bono, más ocupado en promocionar el último tomo de sus muy personales y siempre discutidas Memorias.
Quedan por cerrar flecos importantes pero con solución. Sánchez e Iglesias necesitan sumar votos en el Congreso para aprobar la investidura del primero, ya asea en primera o segunda votación. Para la mayoría absoluta tienen que convencer a ERC en las personas de Gabriel Rufián y Oriol Junqueras voto afirmativo de sus trece representantes; para la mayoría simple puede que les baste con su abstención, siempre, eso sí, de que se cierren los acuerdos con el PNV de Iñigo Urkullu y Aitor Esteban; con el PRC del presidente cántabro, Miguel Angel Revilla, con a representante canaria, Ana Oramas, descontando que se sumarán a ese bloque el representante de Teruel Existe, Tomás Guitarte, y por supuestos los tres que han conseguido desde Más País, Iñigo Errejón y Joan Baldoví. En total y para ese “segundo asalto en el Hemiciclo ciento sesenta y ocho votos frente a los 153 que pueden aglutinar Pablo Casado desde el PP, Santiago Abascal desde Vox, Inés Arrimadas desde Ciudadanos, y los dos de Navarra suma.
El Mundo financiero y empresarial ya reconoce que tendrá que negociar y pactar con un nuevo Gabinete, en teoría más escorado hacia la izquierda. No le gusta pero no tendrá más remedio que adaptarse a las nuevas circunstancias, lejos de su fórmula favorita, el llamado “gobierno constitucionalista” que formarían el PSOE, el PP y Ciudadanos, dejando en las orillas de la gobernabilidad tanto a Podemos como a Vox.