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Los clones de la politica española ( 4 )

Casado y el Laberinto de la derecha europea

viernes 04 de octubre de 2019, 13:18h
Sin Laberinto no hay Minotauro y sin Minotauro no hay Laberinto. El mito que nos dejó la Grecia clásica es doble: el toro-hombre condenado a perderse eternamente por los pasillos de su cárcel sin puertas, y la cárcel concebida para que el prisionero no pueda vivir y estar con el resto de los ciudadanos.
Casado y el Laberinto de la derecha europea

A Pablo Casado le entregaron un Laberinto, el que se había construido el propio Partido Popular, tal vez creyendo que no saldría de él, y que un moderno Teseo, encarnado en Albert Rivera, acabaría por matarlo. Antes, y para que el presidente de Ciudadanos no se perdiera dentro de los mil recovecos de la derecha española, la Ariadna económica le entregó un hilo conductor que le levaría a la salida y al poder. Rompió el hilo y aún sigue perdido.

El presidente del PP no tuvo en cuenta la historia clásica y decidió que prefería mirar en el entorno europeo y descubrir el mejos y más seguro de los caminos para terminar llegando a La Moncloa. Lo encontró en el eje de agua que explica la historia de toda centro Europa, el Danubio y su recorrido por los diez países que an algún momento formaron parte del Imperio austro hungaro.

Anne Kramp- Karrenbauer tiene quince años más que él pero un recorrido político tras suceder a Angela Merkel al frente de los conservadores alemanes muy parecido. Fue elegida en segunda vuelta, es una dirigente que encarna a la perfección el centro político de su partido, que al igual que Casado con Aznar tiene la “misión” de proteger el legado de su mentora pero, al mismo tiempo, introducir los cambios necesarios para hacer frente a la doble amenaza que significa la conjuncion de los verdes - segunda fuerza en las encuestas - y los desnortados socialdemócratas sumergidos en una extenuante campaña de elección interna con dobles candidaturas que llevarán a una clara bicefalia y de las que tendrá que salir un candidato electoral para 2021.

Si por el lado de la izquierda los populares alemanes pueden temer un futuro acuerdo entre los herederos de Willy Brandt y Gerhard Schröder, por un lado, y los de Petra Kelly y Daniel Cohn-Bendit, por otro; por su derecha están los ultras de la AfD de Franke Petry, por primera vez con presencia en el Parlamento. Las disputas internas en el socialismo aleman se parecen y mucho a las que han afectado al socialismo hispano; y el ascenso de la ultraderecha en ambos países “hermana” a Petry con Abascal mucho más de lo que tal vez el líder de Vox quisiera.

El presidente del Partido Popular sabe que Kramp-Karrenbauer tiene todas las papeletas para convertirse en canciller de Alemania ny que, desde ese puesto, tendrá una influencia decisiva en la política y la economía europea. Mirarse en ese espejo es una condición para llegar al poder. Al igual que lo son las llamadas arepetir la “GroKo”, la “Grosse Koalition” entre los dos grandes partidos para que Alemania afronte la próxima crisis económica con un gobierno respaldado por una gran mayoría absoluta en el Parlamento. Otro guiño a la situación que se puede producir en España tras el 10 de noviembre.

Hay otra, muy cercana a la primera, que describe el asalto al poder desde la más temprana de las vocaciones políticos y la subordinación a ese objetivo de todo lo demás. Está en Austria y se llama Sebastian Kurz, el estudiante de Derecho que abandonó la carrera para, como el mejor de los escaladores posibles, subir hasta la cima del poder en Viena. Con 31 años se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores y dos años más tarde en primer ministro.

Para conseguir la jeafura del Gobierno pactó con la ultraderecha austriaca, perdió en el pasado mes de mayo una moción de censura que le lanzaron desde la oposición por el escándalo de corrupción de su vicecanciller, para en las elecciones del mes de septiembre superar a la segunda fuerza, los socialdemócratas, por más de 14 puntos de diferencia. Las dudas de Kurz están en si mantener y renovar su pacto con el ultra “Partido de la Libertad” o de intentarlo con los Verdes, al igual que ya lo hicieran sus “mayores” alemanes con Goshka Fischer.

De la política alemana Pablo Casado recibe la experiencia de gobernar e influir de forma decisiva en Europa y sus instituciones; del austriaco la audacia para superar barreras y convertirse en el jefe de gobierno más jóven de la historia. Si se suman los pasados de ambos y su actividad dentro de sus partidos, el retrato que sale es muy parecido al suyo dentro del PP. Y puede que en el medio, en la ambición del “niño prodigio de la política europea”, y en la sólida experiencia de la protegida de Merkel ( al igual que la actual presidenta de la Comisión Europea ) esté su propio camino.