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Casado y Rivera hacen la campaña a Abascal
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Casado y Rivera hacen la campaña a Abascal

jueves 07 de febrero de 2019, 11:35h
El domingo diez de febrero el gran vencedor va a ser Abascal. Es el original y los otros dos le están copiando el discurso

El nerviosismo de los líderes del Partido Popular y de Ciudadanos es más que evidente. Arrastrados por Vox hacia su terreno - Steve Bannon lo dice de forma elocuente y clara - pugnan por presentarse ante los españoles como los mejores y más eficaces defensores de la Patria. Con mayúscula.

La respuesta a la aparición del “relator” que presencie y de fe de las negociaciones entre los partidos de cara a buscar una solución política a la crisis catalana no puede ser más brutal. Pablo Casado y Albert Rivera no han dudado en llamar a Pedro Sánchez traidor, felón, usurpador del poder... palabras que traspasan la lucha por el poder y la crítica del adversario para convertirse en auténticas declaraciones de guerra.

Santiago Abascal solo tiene que esperar a que sus adversarios de la derecha le hagan el trabajo electoral. La campaña del 26 de mayo ya ha empezado y las estrategias de los dirigentes del PP y de C´s van a lograr que el gran vencedor de ese domingo sea Vox. Eso dicen al menos las encuestas privadas que están llevando a cabo empresas, instituciones financieras y grupos de presión no sólo españoles, todos interesados en lo que puede ocurrir en nuestro país en los próximos meses.

Si aciertan y dejan a un lado las vaticinios del CIS de Tezanos, Abascal puede convertirse en el auténtico rival de Sánchez, por encima de sus dos compañeros en la convocatoria de manifestación para el próximo domingo. Puede llegar a los setenta escaños, una cifra que rompería la dinámica que parecía instalada entre las formaciones de Casado y Rivera.

Unos han empezado a mover violentamente el árbol y será otro el que recoja los frutos. El domingo diez de febrero el gran vencedor va a ser Abascal. Es el original y los otros dos le están copiando el discurso. Es lo que van a percibir los cientos de miles que con toda seguridad llenaran las calles madrileñas y que con sus miles de banderas nacionales no se van a casar de gritar traidor al presidente del gobierno. Eso mientras sus dirigentes repiten desde la tribuna la necesidad de elecciones generales y la aplicación de un 155 mucho más duro en Cataluña.

En ese escenario y con el inicio del juicio a los doce acusados de rebelión/sedición, la traca final que dinamite la actual situación política que nació en el pasado mes de junio sería la presentación de una nueva moción de censura, en este caso para echar al hombre que, a su vez, consiguió echar a Mariano Rajoy y al PP del poder. El propio Casado ha hablado de ello y ha puesto como condición para hacerlo tener la seguridad de que va a salir con los votos necesarios, que son 176. A las formaciones que encarnan a la derecha le faltan seis, y el único lugar en el que pueden encontrar a esos seis parlamentarios que se sumen a la moción y abandonen la posición que tuvieron el año pasado está en el PSOE.

Si escuchamos y leemos las reacciones que han tenido varios dirigentes socialistas, desde Alfonso Guerra a Emiliano García Page, lo que podía parecer casi imposible empieza a tomar visos de realidad. Han criticado con dureza a su compañero presidente y secretario general, le han pedido una reunión del Consejo socialista a lo que desde Moncloa y Ferraz les han respondido que nones. Y el ex número dos del PSOE y del gobierno de Felipe González en el inicio de la Transición ha ido más lejos y de forma más personal: ha aprovechado la presentación de un nuevo libro para mofarse de Sánchez y asegurar a los presentes que ese libro si lo había escrito él.

Se adivinaba que tras los resultados de las elecciones andaluzas la campaña de las municipales, autonómicas y europeas iba a ser muy dura y a cara de perro entre todos los partidos, con el agobiante conflicto catalán en el centro de cualquier debate, mitin y declaración. La fácil adivinanza se ha convertido en una amarga y preocupante realidad en apenas unos días.

Si a las palabras las cargue el diablo en su simbolismo y carga destructiva, las que ya están presentes en la feroz batalla que se ha desatado tras prender la mecha la figura de ese “relator”, que ni la propia vicepresidenta del gobierno es capaz de explicar delante de los periodistas, van a tener consecuencias graves muy por encima de lo que puedan haber pensado sus autores y su diana humana.