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Madrid, único lugar bajo el sol
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Madrid, único lugar bajo el sol

Madrid es un buen sitio para vivir si quieres sentir emociones fuertes y por eso yo, que cubrí el cupo de sobresaltos durante los muchos años que hice de todo lo que la vida y mi inconsciencia me permitieron, hace tiempo que aposento mis reales a unos kilómetros de la capital, sin que ello signifique que deje de patear sus calles porque en el foro está todo lo inigualable que no se puede encontrar en otras capitales de este país de contrastes, aunque no tengamos playa, como escribió Bernardo Vázquez en una de sus canciones más populares.

No es que me considere un fugitivo pero siempre regreso a Madrid, que es el espacio de convivencia e intercambio de pareceres más enriquecedor que conozco, gracias a la cultura que desbordan sus teatros, museos, salas de conciertos, calles, chiringuitos, locales de encuentros, y esquinas de adoquines, donde cada día las pueblan más músicos que regalan sus melodías y sones en un mestizaje de estilos entre los que conviven la guitarra y el saxo, la percusión y el violín, el teclado y el tambor, la voz a capella y el lamento rasgado del cantador de tangos tristes.

Mi oficio anterior, primo hermano del que ahora ejerzo sentado frente al ordenador, me ha llevado por medio mundo y en ninguna de las ciudades o pueblos en los que he estado habría asentado mis cuartos traseros porque siempre pesó en mi alma la añoranza de Madrid, lugar de amores y aventuras, alegrías y sobresaltos, pendencias y querencias, sin las que habría sido incapaz de sobrevivir.

Son tantos los rostros, los olores, los sabores, los roces de piel y las sensaciones infinitas que acumulan la memoria de mi cuerpo y mi alma, que abandonar esta ciudad se habría convertido en la metáfora de un suicidio lento y doloroso, del que me habría arrepentido antes de que fuese demasiado tarde.

Posiblemente es de lo mejor que tenemos en este país de contrastes donde cabe todo y no sobra nada, porque en ese caso no sería Madrid, y por esa razón hasta los que reniegan de sus cinco letras, que representan el corazón de España, no quieren irse de aquí y regresan una y otra vez, disimulando la envidia que tienen por carecer hasta de nuestros defectos, que son virtudes comparados con los suyos.

Se me ocurren ejemplos que romperían el suave diseño de perfiles y contrastes que estoy dibujando de una ciudad en la que hasta su línea del cielo tiene su aquel, y por eso no bajaré al barro de los nombres y personajes que cualquiera puede imaginar, pero juro por quien corresponda que hasta en nuestros excesos, estereotipos y estrambotes salimos ganando en positivo porque resistimos con éxito cualquier comparación con ellos.

En cuanto se nos arregle el conflicto del taxi con cabify y algunos regresen a las cocheras o a las cochiqueras , no habrá quién nos tosa.

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